Por Adrián Gerardo Rodríguez

Francisco I. Madero

Francisco I. Madero

PARA QUIEN conoce cómo funciona la historia sabe que ella tiende a alimentarse de sí misma. Es decir, es normal que los humanos actúen inspirándose en el pasado y se guíen conforme a ciertos ideales y acciones para superar momentos de crisis. Todo depende de cómo y quién lo realice. Así, es posible entender por qué se puede establecer paralelismos históricos, en varios de sus rasgos más marcados, entre el Maderismo de 1909-1910 y el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) en el presente actual.

EN AMBOS casos se habla de movimientos liderados por personajes carismáticos que incluso parecen poseer un halo espiritual. Esto sólo asusta a aquellos que siguen embebidos en la caricatura racionalista de la humanidad, y que no entienden que simplemente llegan momentos en que las personas pueden llegar a organizarse espontáneamente mediante un acuerdo común, a veces más explícito que en otras, alrededor de varios principios. Sucede que a tales acuerdos en común, cuando van tomando fuerza dentro de una sociedad y que pueden llegar dividirla, se les llama casi siempre “revoluciones”. Porque precisamente –como lo explica Eric Hobsbawm en su biografía al hablar de la expansión fenomenal del comunismo– sus integrantes se imponen valores morales más altos que sus enemigos, valores que históricamente los han llevado a la práctica cuando se da la oportunidad. Por ello es posible entender el desprecio no sólo clasista de los sectores porfiristas al Maderismo y de algunos grupos hacia Morena: al no entender su gran ímpetu y su entusiasmo por un cambio político verdadero, su racionalismo cae en lo que rechazan: La pasión, en este caso, el odio.

OTRA ANALOGÍA: El componente social de ambos movimientos es muy heterogéneo y en ello reside su riqueza como catalizadores formidables de fuerzas y masas. En el discurso reformista del Maderismo se fundieron todo tipo de personas y de clases sociales de ideas igualmente diversas: comerciantes, rancheros, obreros, sindicalistas, empleados estatales, una incipiente pequeña burguesía y miembros de la élite política y económica de varias regiones, católicos, liberales y anticlericales, además de anarquistas y agraristas. Las actividades de dos de estos últimos venían dándose mucho antes de 1910, sin embargo no fue hasta con el Maderismo que sus propuestas tuvieron un eco más determinante y un contorno más claro entre las estructuras sociales del país, como si aquel haya abonado la tierra para el crecimiento de otras semillas ideológicas radicales que incluso amenazaban su existencia como tal. Eso es algo que no entendieron los enemigos de Madero, y que es posible comparar para comprender las diatribas contra Morena hoy en día: ambos son movimientos en los que hay personas que pueden poseer un compromiso más grande que el de los propios líderes. Así como en su momento había gente que se sentía más maderistas que el mismo Madero, hoy en día quizá pase algo similar con Morena, y eso habla del esbozo de un cambio social plausible.

FINALMENTE, AMBOS movimientos reforzaron su entusiasmo al sufrir fraudes electorales para después presentarse como portadores de la conciliación nacional. Madero mantuvo a profiristas en el poder. Sin embargo aún así estos últimos no aceptaron la inevitable muerte de una era y organizaron a los sectores privilegiados más aterrados y amenazados por el cambio para dar un Golpe de Estado militar, desatando con ello una revolución aún más feroz, sangrienta y avasallante, de amplias bases populares, que destruyó las viejas instituciones (como el ejército), desarticuló la economía, hizo aflorar viejos odios (como el anticlericalismo), dejando en vilo por varios años a un país que nunca se imaginó la magnitud de un proceso liderado por un tipo de quien se burlaban por su estatura y su gusto por el espiritismo. Resulta necesario remarcar esto para ubicar a ciertas mentes que opinan a la ligera. Es fácil decir que Madero cavó su propia tumba al ser tan ingenuo al llegar al poder, pero se olvida que quienes no aceptaron las nuevas reglas (las de la democracia) fueron a aquellos que lo asesinaron.

SE DEBE ser cauteloso, más de 100 años separan a uno y otro movimiento. Aquí sólo se ha esbozado un par de paralelismos, no bajo la idea de que la historia se repite (nunca lo hace) sino de que el conocimiento producido al estudiar la historia puede iluminar mínimamente algunos detalles de la actualidad entre tanta confusión y odios. A pesar de la semejanza en sus condiciones históricas, el México de hoy es muy diferente al de ayer. Hoy la gente está informada, consciente de su quehacer ciudadano; esa es la sal para que la tierra de la democracia de sus frutos y los perdedores acepten la derrota y descarten la violencia.