Califica Como Dádivas los Programas de Bienestar
Por Benny Díaz

Juan Espinoza Jiménez (Foto: Facebook Diócesis de Aguascalientes/Correo Diocesano)
Comenzó el Adviento, el nuevo año litúrgico de la Iglesia Católica, que inicia cuatro domingos antes de Navidad y concluye en Nochebuena. En su homilía, el obispo Juan Espinoza Jiménez dirigió palabras “duras” a quienes siguen “adormilados” y no comprenden que es tiempo de no dejarse llevar por el consumismo, comprar regalos en exceso, comer y beber dando un sentido vano a lo que realmente importa: Jesús.
“Comenzamos el tiempo de espera, de preparación y no es una espera pasiva, sino comprometida con Cristo, lo cual da un tono más profundo a la espera del señor, que viene a nuestro encuentro, porque es tiempo de reconciliación y donde se espera que los pueblos cambien las armas por instrumentos de trabajo para que reine la justicia, verdad, fraternidad y nos exhorta a levantarnos con fuerza de las tinieblas, a revestirnos y es un llamado urgente a la conversión, a no seguir viviendo como si nada pasara”.
Hay quienes se han dejado vencer por el cansancio y la desesperanza y “en la sociedad actual nos atontan con la intención de que hay que tener bienes superficiales, banales, nos distraigamos con espectáculos y celebraciones mediocres, sin luz salvadora. El Adviento es el despertar y ver el horizonte de esperanza, el Señor vino porque se hizo hombre y continúa entre nosotros en la eucaristía y vendrá nuevamente con toda su gloria para la plena y definitiva institución de su reino”.
Indicó que cuando Jesús estuvo en la tierra y predicó, dejó clara la instrucción de que “vivamos vigilantes, estemos atentos, pero vivimos con una marcada inclinación al materialismo que está presente con oropeles, frivolidades que nos han deshumanizado poco a poco. Los comerciantes han impuesto modas que nos han llevado al individualismo con la promesa falsa de felicidad y bienestar a bajo costo.
“Los grandes empresarios insisten en adormecernos y conducirnos a necesidades creadas por ellos, comodidades de una vida que va deshumanizándose y es hora de que el cristiano despierte y se dé cuenta de qué nos está causando ese ‘adormilamiento’.
“El Adviento es la oportunidad de que analicemos nuestra vida, el diario vivir y es una llamada a velar y convertirnos en la fuerza de nuestra querida nación mexicana que es víctima de tantos engaños, tantas mentiras, falsas promesas… pareciera que el país se desmorona con la violencia, inconformidades de distintos sectores de la sociedad, la pérdida de libertad, la centralización del poder, las dádivas de bienestar, que están minando la economía de muchos mexicanos experimentando incertidumbre y preocupación, miedo, dolor, impotencia y desaliento. Hay muchos hermanos que sufren, que quieren defender sus derechos y no son escuchados”.
El Adviento también permite que “no nos acostumbremos al mal, a no caer en la indiferencia y que el cristiano esté dormido mientras tanto hay otros que sufren. No podemos celebrar la Navidad sin abrir los ojos ante el hermano que está herido.
“Cristo viene para preguntarnos qué hemos hecho ante el hambriento, el migrante, el joven que está confundido, el niño abandonado, la familia rota. Es un compromiso social que nos toca hacer donde trabajamos, donde nos movemos y esperar al señor implica comprometernos con la paz, la justicia, la vida y la dignidad de cada persona”.
El cristiano realmente comprometido, insistió, entiende que hay que despertarse y quitarse “esa modorra” para ir al encuentro con Cristo, lo cual significa “más que poner luces y adornos en las casas y calles de la ciudad, es mirar a Jesús como salvador y transformar el llamado a la conversión a estar vigilantes y desde la eucaristía darse cuenta que es el pan de vida, el alimento que sostiene para ver el rostro del pobre, del enfermo, del que sufre, del que vive a tu lado y si no actuamos no estamos cumpliendo con esa fiesta navideña, que es la real y no estar preocupados por la cena, compartir regalos materiales y adornar la casa, también hay que preparar el corasea real”.
El purpurado pidió a la feligresía comprometerse realmente en este tiempo de Adviento para que no sea estéril: “y les propongo caminos concretos para hacer que este tiempo valga la pena y hay que hacer oración diaria, al menos unos minutos cada día hay que encontrarnos con Cristo en silencio y con el Evangelio en mano”.
También invitó a que “se haga una buena confesión en este tiempo, examinen su conciencia para que puedan estar en paz con ustedes mismos, que su corazón esté mejor, hagan caridad concreta ayudando a una familia necesitada. Nadie puede pasar Navidad en el abandono, hay hermanos más pobres, menos afortunados que nosotros y también reconciliémonos. Hay familias en donde no se hablan entre hermanos, sean capaces de perdonar, por ahí empieza la paz en el mundo: por la familia”.
Otro factor importante es “vivir con sobriedad, menos consumismo, no gasten tanto en regalos, en cosas que después desechamos porque no sabemos cómo viene el próximo año. Hay que llevar una vida más sobria, hay que ser previsores por lo que pueda venir y demos más sentido a lo espiritual.
Que sea Cristo quien ocupe el primer lugar en la Navidad, no los regalos, también tengamos compromiso social y no seamos sólo espectadores ni pasivos ante el dolor de la sociedad, participemos, acompañemos y denunciemos lo que veamos que está mal y afecta a los más necesitados.
“Hagámoslo con verdad, no crear confusión ni división, tenemos que despertar y ojalá organicemos un Adviento no de miedo, sino de esperanza porque Jesús no es un juez implacable, es salvador, es Emmanuel, que significa Dios con nosotros, hay que encontrarnos con las lámparas encendidas y el corazón preparado, hay que entregarnos con fe y humildad a la voluntad de Dios”, concluyó.
