“Es muy Triste el Asesinato de Carlos Manzo”
Por Benny Díaz

Juan Espinoza Jiménez (Foto: David Julián Torres Martínez)
En un país sacudido constantemente por la violencia y la inseguridad, el obispo Juan Espinoza Jiménez dedicó su homilía a reflexionar sobre las consecuencias que sufre México a causa “del narcotráfico, la impunidad y la injusticia. Fue muy triste el asesinato de Carlos Manzo, el presidente municipal de Uruapan, y esto genera dolor en su familia, en la gente que creía en él, y todo por pedir ser honestos, ser justos y pedir ayuda para luchar contra aquellos que no cumplen con todo esto para quienes sirven”.
Espinoza Jiménez advirtió que la muerte provocada por el narcotráfico no sólo representa una estadística alarmante, sino una herida profunda en el tejido social y espiritual de México. Subrayó que esta violencia destruye a familias enteras, deja comunidades desoladas y priva a la juventud de oportunidades.
“No basta con condenar los hechos, debemos comprometernos con la restauración de la paz y la dignidad humana”, afirmó el obispo, llamando a las autoridades y a la sociedad a no permanecer indiferentes ante el sufrimiento de quienes han perdido a seres queridos por la violencia criminal.
El obispo también abordó la impunidad que permite la continuidad del crimen, y la injusticia que padecen los más vulnerables, en especial los no nacidos. Señaló que la falta de respeto a la vida desde su concepción reeja una crisis de valores y una ausencia de protección legal. Para el purpurado, “no hay paz auténtica sin justicia para todos, y es especialmente doloroso ver que las personas más indefensas no cuentan con la defensa que merecen por parte de la sociedad y las instituciones”.
El asesinato del alcalde de Uruapan, Michoacán, fue condenado enérgicamente por Espinoza Jiménez, quien lo consideró un signo claro del deterioro social y político en el país.
“Cada vida perdida en circunstancias violentas nos exige un profundo examen de conciencia”, expresó, exhortando tanto a las autoridades como a la ciudadanía a trabajar por la reconstrucción del tejido social. Una parte central del mensaje fue la aclaración de que los católicos no creen en el infinito abstracto, sino en el Dios personal y justo que vendrá a juzgar a vivos y muertos. Recordó que la fe cristiana ofrece una esperanza fundada en la promesa de vida eterna y de justicia divina, donde todo sufrimiento y dolor encuentran respuesta en el amor de Dios. “Nuestra esperanza no es vaga ni incierta, es una confianza en que Dios restaurará la justicia y la paz para quienes han transitado por la muerte”.
El obispo dedicó especial atención a consolar a quienes han perdido seres queridos, señalando que la fe invita a no llorar por los difuntos, sino a confiar en que están con Dios en un lugar mejor.
“No debemos vivir sumidos en la tristeza ni aferrarnos al dolor, sino elevar nuestra mirada y confiar en la misericordia de Dios. La muerte, para quienes creen, es el paso a la plenitud de la vida junto al Señor. Por eso, aunque extrañamos a quienes se han ido, el verdadero consuelo proviene de saber que los difuntos están en paz, libres de sufrimiento, en la presencia amorosa de Dios”.
					