“No hay que Condenar a los Ricos ni Idealizar la Pobreza”
Por Benny Díaz

Juan Espinoza Jiménez (Foto: Facebook Diócesis de Aguascalientes/ Correo Diocesano)
“La realidad de la brecha entre ricos y pobres no va disminuyendo en México, la realidad aturde, porque cuando se presentan las cifras reales, no maquilladas, el dolor, hambre, enfermedades, aislamiento, imposibilidad para acceso a condiciones mínimas de una vida digna para todo, hablan de que hay hermanos que mueren por aspirar a una mejor calidad de vida”, fueron las palabras con las que el obispo Juan Espinoza Jiménez abordó en su homilía esa realidad que viven muchos desposeídos. Lamentó que haya “personas que yacen a las puertas de los hospitales, de los centros de trabajo esperando unas migajas que los sostengan de pie.
La palabra de Dios presenta fuerte y claro que no hay que condenar a los ricos ni idealizar la pobreza, sino la enseñanza profunda es la indiferencia, la ceguera de corazón que impide reconocer a Cristo en los más pequeños, en los más pobres, los que viven cómodos, llenos de lujos y despreocupados del sufrimiento de su pueblo”.
La verdadera distancia entre las personas, señaló el purpurado, “no es la económica, sino la falta de amor, la solidaridad. Hay mucha indiferencia entre aquellos que viven rodeados de todo y los que no tienen nada”.
Reconoció que en Aguascalientes la gente es de trabajo, “también una tierra de oportunidad, pero también hay contrastes sociales en las colonias de clase media alta que están rodeadas de comunidades donde hay carencias, familias que no cuentan con lo indispensable, migrantes que pasan todos los días por estas calles buscando ayuda, pidiendo una migaja de pan, muchos jóvenes atrapados en las adicciones o con trabajos pesados y mal pagados que les impiden pasar tiempo con la familia”.
La indiferencia también alcanza a quienes viven en soledad, “sobre todo ancianitos enfermos, no nos acostumbremos a vivir en una especie de comodidad espiritual, ser indiferentes con aquellos que están a veces en nuestra puerta esperando una migaja de pan”.
El purpurado invitó a la feligresía a “organizarnos como comunidad parroquial y tener gestos de solidaridad para visitar a un enfermo, acompañar a un migrante, dar alimento a alguna familia necesitada… sería bonito visitar a quienes necesitan compañía y mitigar su soledad. También promover espacios para los jóvenes que están en riesgo y no caigan en adicciones, tanto por los de la familia como por otros que andan perdidos”.
Hay países, subrayó el jerarca católico, que ya tienen programas de “hambre cero, combatir consumo de drogas, incrementar la alfabetización, eliminar la pobreza, reducir las desigualdades y que nadie carezca de los bienes básicos como la educación, la salud, la vivienda digna; y para lograrlo se conducen con transparencia y honradez en la gestión pública, las autoridades favorecen a los ciudadanos para que tengan el justo desarrollo. Debemos abrir los ojos y salir de esa indiferencia para compartir con los más desprotegidos”.