Por Alain Luévano Díaz

Una protesta legítima (Foto: Cortesía)
CADA VEZ que surge una inconformidad estudiantil en la Universidad Autónoma de Aguascalientes y deriva en un movimiento de protesta, se duda de su autenticidad y se especula que “hay alguien detrás” o “es parte de un ardid político de quién sabe qué oscuros intereses”, como si los alumnos fueran menores de edad, sin la capacidad de pensar y actuar por sí mismos.
EL PARO de estudiantes de historia de la UAA, que hasta el momento se mantiene, tiene motivos más que suficientes: un investigador que, si bien tiene una producción historiográfica respetable, en las aulas su desempeño ha sido francamente malo –y no sobra decirlo, con una relación carente de ética hacia los jóvenes–, al grado tal que los afectados ponen en pausa sus actividades académicas para exigir su separación inmediata y definitiva.
PERO EL problema no inició con este aspecto en particular, pues no es la primera vez que alguien en la UAA logra obtener el nombramiento como profesor-investigador, cumple con lo mínimo exigido, y luego se la pasa viviendo del privilegio, con aporte escaso o nulo a la docencia o investigación. Está el caso de una docente que se la pasa de “permiso en permiso”, sin impartir materia alguna, sin producir en el campo de investigación y que a la vez tiene otro puesto en una institución federal, donde también su contribución es exigua, si es que la hay… y esto en perjuicio de excelentes académicas y académicos, con credenciales más que acreditadas para obtener un espacio en la máxima casa de estudios de Aguascalientes, pero que se han visto obligadas y obligados a emigrar a otros estados.
Y LOS alumnos, no solamente los actuales, al igual que los de varias generaciones anteriores, son los primeros y principales afectados, porque no desarrollan plenamente su formación en las aulas y ven cómo se vuelven nulas horas y horas de su tiempo, al esperar en vano que los profesores indolentes hagan su labor y que sus gestiones para remediarlo no encuentran solución.
EL HARTAZGO por este asunto también existe entre el profesorado del departamento de Historia, que ve con desesperación cómo se permite que las plazas sean patente de corso para la holgazanería y el valemadrismo de unos cuantos, mientras que los que sí cumplen, que cabe señalar son la mayoría, se esfuerzan cada semestre por atender a cabalidad las horas de clase, investigación, tutoría y hasta de trámites administrativos, lo que excede con creces el sueldo que perciben, y si no lo hacen son castigados.
LA COMISIÓN ejecutiva de la UAA es la responsable directa al empeñarse en darle “otra oportunidad” al investigador incumplido, por no revisar a fondo su expediente que prueba su incapacidad para el puesto. En ella recae la solución directa y contundente al conflicto: retirarle la plaza. De lo contrario, la inconformidad crecerá y se manifestará de otras formas, pues los estudiantes y profesores ya no toleran esta absurda situación de que la UAA sea aprovechada para gozar de un ingreso monetario sin trabajar adecuadamente.