Por Arlette Luévano
PRONTO COMENZARÁ un nuevo ciclo escolar y con él regresará una pregunta que se repite ya con cansancio en pasillos, reuniones y foros educativos: ¿qué haremos con la inteligencia artificial en el aula? ¿Vetarla? ¿Detectarla? ¿Tolerarla en silencio?
ANTES DE responder, conviene aclarar un punto fundamental: ¿qué entendemos por inteligencia artificial?
A PESAR del nombre, la IA no es una forma de inteligencia, ni piensa como pensamos los humanos. No comprende lo que dice, no razona, no siente. Se trata de modelos estadísticos entrenados con cantidades inmensas de datos para generar contenido que parece coherente, pero que en realidad se construye a partir de la probabilidad de que ciertas palabras aparezcan juntas. Lo que vemos como “respuesta inteligente” es una predicción, no una comprensión del mundo.
TAMPOCO SE limita a generadores de texto como ChatGPT. La IA está integrada en filtros de redes sociales, traductores automáticos, asistentes de voz, correctores, sistemas de recomendación, mapas, motores de búsqueda, chatbots y plataformas educativas. Hay quien la usa todos los días sin saberlo. Por eso, el debate no puede reducirse a decidir si se permite o no usarla para escribir tareas escolares. La pregunta de fondo es otra: ¿cómo educamos en un mundo donde estas herramientas ya forman parte del paisaje cotidiano?
¿Es Usar ChatGPT Como Usar una Calculadora?
LA COMPARACION es tentadora, y en parte útil. Cuando la calculadora llegó a las aulas, también se pensó que era una amenaza. ¿Para qué aprender a dividir si la máquina lo hace más rápido? Con el tiempo se entendió que la herramienta no sustituye el pensamiento matemático, sino que puede liberarlo de operaciones mecánicas. Lo importante no era dejar de enseñar aritmética, sino saber cuándo usarla, cuándo no y cómo evaluar el razonamiento detrás de un resultado.
CON LA IA generativa ocurre algo parecido. No debería usarse para evadir el pensamiento, pero puede convertirse en una aliada si ayuda a organizar ideas, explorar versiones, reescribir borradores o proponer ejemplos. Sin embargo, hay una diferencia crucial: las calculadoras no inventan respuestas. La IA sí.
Alucinaciones: Cuando la Máquina Miente
UNO DE los mayores riesgos de usar IA para generar texto es su capacidad de “alucinar”: inventar datos con total convicción. Puede citar libros que no existen, adjudicar frases falsas a autores reales o responder con seguridad lo que no sabe. Como no comprende lo que dice, no distingue entre lo verdadero y lo falso. Por eso, saber usar la IA implica también leer críticamente lo que devuelve, verificar fuentes y contrastar información.
El Miedo Docente Como Síntoma
BUENA PARTE de la resistencia proviene del desconocimiento. Y eso es comprensible: tenemos docentes a los que nadie enseñó a lidiar con una herramienta que redacta, resume, traduce y argumenta. Sin formación adecuada, se cae fácilmente en dos extremos: el rechazo absoluto o la confianza ciega. Ambos son peligrosos.
DESDE LUEGO, sería ingenuo decir que toda la responsabilidad pesa sobre ellos. La mayoría trabaja bajo condiciones extenuantes, con carga administrativa excesiva, sueldos bajos y escaso acompañamiento institucional. Pedirles que se capaciten sin darles tiempo ni recursos es una forma más de abandono. Por eso, más que exigirles soluciones inmediatas, urge pensar colectivamente cómo facilitar ese proceso: con apoyo real, con redes de colaboración, con formación accesible, con escucha.
UNA INICIATIVA valiosa en esa dirección ha sido el Diplomado en Integración de Inteligencia Artificial en Escenarios de Aprendizaje, organizado de manera gratuita y en modalidad virtual por el Tecnológico Nacional de México. Estas acciones no solo dignifican el trabajo docente, sino que abren caminos posibles para transformar las aulas desde dentro.
EN LUGAR de prohibir el uso de IA en bloque, conviene formar al profesorado para comprender cómo funciona y cuáles son sus límites; para diseñar tareas que prioricen el análisis, la experiencia y el estilo propio; y para acompañar los procesos de escritura, lectura y pensamiento con preguntas éticas y críticas.
ADEMAS, LA IA puede convertirse en una aliada para los propios docentes. Usada con criterio, permite diseñar actividades más significativas, basadas en metodologías como el aprendizaje basado en proyectos (ABP) o el aprendizaje orientado a problemas (AOP), donde los estudiantes se involucran activamente en procesos que requieren investigación, colaboración y pensamiento crítico. No se trata de sustituir la pedagogía, sino de renovarla con herramientas que liberen tiempo, amplíen perspectivas y fortalezcan el criterio.
Ética y Seguridad: lo que También se Debe Enseñar
INTEGRAR LA IA al aula no es solo una cuestión de metodología, sino también de ética y seguridad. Usar estas herramientas implica entregar información que puede ser personal o sensible, y que podría almacenarse o reutilizarse. También exige comprender que los modelos no son neutrales: reproducen sesgos presentes en los datos con los que fueron entrenados y, en algunos casos, pueden amplificarlos.
pro eso, educar en IA implica enseñar a proteger la privacidad, a identificar discursos discriminatorios y a verificar antes de difundir. Y no basta con la responsabilidad individual: las instituciones necesitan establecer lineamientos y protocolos claros que indiquen qué datos no deben compartirse, cómo citar contenidos generados con IA, y cuáles son los criterios para su uso en trabajos académicos. La alfabetización digital, en este sentido, es parte esencial de la formación integral.
Escritura y Autoría
EN EL fondo, esta discusión es también una discusión sobre la autoría. ¿Qué es lo que hace que un texto sea nuestro? ¿La ausencia de herramientas o la presencia de una voz? Prohibir el uso de IA incluso para corregir una coma o un giro sintáctico es confundir ética con purismo.
UN AUTOR puede consultar cualquier archivo para documentar su obra sin que eso lo convierta en un simple recopilador. Un estudiante puede apoyarse en una herramienta digital sin convertirse por ello en un impostor. Lo importante es saber lo que se hace, intervenirlo, trabajar con conciencia sobre lo que se quiere decir. La autoría no desaparece por apoyarse en tecnología; desaparece cuando se apaga el pensamiento.
Para Desaprender lo ya Aprendido
EL MAYO desafío no es tecnológico, sino epistemológico. Requiere formar docentes capaces de desaprender certezas, de reconocer que enseñar no es custodiar lo aprendido, sino seguir haciéndose preguntas sobre cómo lo supimos.
LA INTELIGENCIA artificial no es un enemigo. Pero tampoco es un oráculo. Lo que está en juego no es la herramienta, sino la forma en que la escuela reacciona frente a lo nuevo. No basta con prohibirla: hay que pensarla, trabajar con ella y transformar la forma de educar.