“Herencias Causan División Entre Hijos y Padres”
Por Benny Díaz

Juan Espinoza Jiménez (Foto: Facebook Diócesis de Aguascalientes/ Correo Diocesano)
El materialismo es lo que marca a la sociedad hoy en día, y sólo poseyendo cosas materiales “creemos que seremos felices y no tendremos problemas, pero los ricos no encuentran sentido a la vida y deben tomar algún analgésico para dormir en la noche, y se encuentran con que no cuidaron a su familia ni a sus hijos”, armó en su homilía Juan Espinoza Jiménez, obispo de la Diócesis de Aguascalientes.
“De alguna manera todos somos avariciosos, hasta el obispo, pero aquel que acumula sin saber disfrutar sigue con el afán de tener cosas materiales a cualquier costo. Tener bienes está bien, pero también hay que tener el don de que abren caminos hacia la justicia para compartir con los que no tienen, con los desposeídos, y no tener sólo avaricia, porque hay corazones así. Ojalá nunca nos encontremos con esa palabra dirigida a nosotros, porque es algo insensato”.
Los que creen que “tener dinero y bienes en abundancia da la felicidad, se encuentran con que sólo amarga la vida. Las herencias causan división entre los herederos y los padres de familia.
La mejor herencia que pueden dejar a sus hijos es una formación y educación, enseñarles a trabajar con honestidad, a ser hombres y mujeres de bien. Hay padres de familia que tienen bienes y sin duda piensan dejárselos a sus hijos, pero hagan bien su testamento. Todos los hijos valen igual, no hay que dejarles pleitos, hay que ayudarlos a estar unidos, aunque partan a la casa del Padre celestial”.
La vida tampoco depende de la persona: “Somos frágiles, dependemos de Dios, nada de nuestros bienes nos sirve. Hay que ser solidarios, usemos de la mejor manera lo que tenemos, porque cuando muramos no nos llevaremos nada. Jesús y los primeros cristianos tenían como base que los bienes no se disfrutaban de forma egoísta, sino en comunidad.
“Si había posesión de bienes, estaba a disposición” y se compartían fraternalmente, “la avaricia destruye la paz, los valores del Reino, del plan de Dios, y nos encierra en nosotros mismos.
Aprendamos de la Virgen María, que fue una mujer pobre, humilde, sencilla, servicial, atenta con todos, y nunca puso su corazón en cosas materiales: puso todo a disposición del plan de Dios.
“No nos dejemos consumir por esta práctica de la avaricia. Hay que empezar con lo que estamos haciendo: si tenemos el dinero debajo del colchón o en alguna cuenta, las cosas hay que hacerlas bien. Se empieza por la familia, con los tuyos y con el corazón engrandecido, porque de esa manera luego lo vas a hacer por otros que lo necesitan”.