Aquella “Primera Piedra”

Por Benny Díaz

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Juan Espinoza Jiménez (Foto: Facebook Diócesis de Aguascalientes/ Correo Diocesano)

Escribas y fariseos estaban molestos con Jesús por su forma de predicar y actuar, pero en especial por “el trato que les daba a los pecadores y lo ponen a prueba con la mujer que fue sorprendida cometiendo adulterio y la intención es que el Maestro dijera algo distinto a la ley mosaica, que por ser judío conocía y el dictamen en estos casos es que la mujer debía morir lapidada, pero sólo se le acusaba a ella, nada dice del varón y de esta manera buscaban tener algo en contra del Salvador”, predicó en su homilía Juan Espinoza Jiménez, obispo de la Diócesis de Aguascalientes.

Esto era una trampa porque buscaban sorprender a Jesús manifestarse en contra de la ley, pero “Jesús conoce la fragilidad humana y los corazones de aquellos acusadores que interpretaban una ley machista, tergiversada e hipócrita porque sólo se degradaba y castigaba a las mujeres y no a los varones, por eso tuvo una reacción misteriosa: se inclina y escribe algo en el suelo, introduce una pausa de silencio y reflexión y con eso nos enseña a nunca tomar decisiones con el corazón agitado o guiados por el instinto, sino que hay que reflexionar y decidir desde la serenidad.

“Siguió escribiendo y ante la insistencia de su respuesta, se incorporó y les dijo: ‘aquel de ustedes que no tenga pecado tire la primera piedra’ y de esta manera confronta a la conciencia porque primero hay que mirar al interior y luego acusar a otros, por eso los hombres se retiran avergonzados porque saben que son los principales responsables de los adulterios que se cometen en aquella sociedad donde son capaces de cometer un cúmulo de pecados y tener una vida de doble  función donde se desnuda la maldad de los dirigentes que acusan sólo a la mujer”.

En ese pasaje del Evangelio también se ponen frente a frente la misericordia y la miseria, porque Jesús mira a la mujer con compasión y le dice que no la condena, sino que se vaya y no vuelva a pecar y “es lo que sucede cada vez que nos confesamos, Dios nos invita a no pecar y no porque estemos exentos a no caer en tentación, sino que para Jesús valen más las personas que el pecado que hayan cometido porque cree que la misericordia puede hacer cambiar a las personas”.

Por eso el purpurado invitó a las personas a no juzgar a nadie sin antes hacer revisar al interior cómo se es en lo personal, porque es sencillo señalar y condenar a otros, pero no ver la miseria propia.

“Muchas personas no necesitan la condena, sino que se les ayude con la posibilidad de la rehabilitación, como a la mujer adúltera, quien en lugar de piedras recibió una mano amiga que le ayudara a levantarse, por eso antes de emitir un juicio hacia los demás, confrontemos nuestra propia conciencia”.