Desgracias no Suceden por los Pecados Personales: Obispo
Por Benny Díaz

Juan Espinoza Jiménez (Foto: Facebook Diócesis de Aguascalientes/ Correo Diocesano)
Los cristianos deben tener tres cosas muy presentes: “Conversión, dar frutos y tener paciencia, eso es lo que Dios nos pide. Hay quienes creen que nos castiga en vida por nuestros pecados mandando catástrofes o enfermedades, pero no es así. Dios es infinitamente paciente y nos da la oportunidad de que en nuestra vida tengamos ese momento de darnos cuenta de que no podemos tener una existencia estéril”, fue parte de la homilía de Juan Espinoza Jiménez, obispo de la Diócesis de Aguascalientes. La inspiración para lograr todo esto es Jesús, quien “nos muestra que la conversión no es un acto, es un proceso de esfuerzo diario y que no solo se reduce a la Cuaresma. Hay que ser constante”.
En el Evangelio de San Juan, capítulo 11, versículos 45 al 56, habla de la higuera que no daba frutos y que pretendían arrancarla, pero el viñador pidió darle más tiempo.
“Hay quienes creen que los sucesos catastróficos, quienes mueren asesinados, es por castigo divino, y no es así. Hay que aprovechar el tiempo para arrepentirnos y convertirnos; vivamos alertas y más atentos a vivir con dignidad, sabiduría, fe y esperanza, para que cuando llegue la muerte no nos encuentre con las manos vacías”.
Los judíos “y algunos cristianos hoy en día también creen que el sufrimiento o una muerte repentina es castigo de Dios por el mal comportamiento, pero tiene un sentido distinto: cuando alguien sufre una enfermedad dicen que es porque está pagando algo malo que cometió, que en la tierra se paga por adelantado el purgatorio y proyectan a un Dios duro y justiciero, algo muy lejos de lo que Jesús desea expresar”, pero “lo que se quiere es que demos fruto, y las desgracias no suceden por los pecados personales. Es una imagen distorsionada, los males de la vida no son voluntad de Dios”.
Para eso la vida nos da tiempo de conversión, “de enmendar nuestras conductas y reflexionar si estamos dando frutos. En el Evangelio hay simbolismos: la higuera representa al pueblo de Israel y a cada uno de nosotros. El dueño de la higuera es Dios padre, quien muestra disgusto y contrariedad porque no dio frutos; y el viñador es Cristo, quien, a pesar de la obstinación de la higuera que no da frutos, entra en defensa del árbol sentenciado a ser arrancado y pide un tiempo más para ejecutar la sentencia. Esa es la misericordia de Dios”.
Si en nuestra vida no damos frutos, “llevamos una existencia estéril y estamos ocupando un terreno en balde. Por eso hay que detenernos a reflexionar y analizar los frutos que estamos dando; pueden ser brindar servicio y atención a los miembros de la familia, perdonar y reconciliarnos con quienes nos han ofendido, solidaridad y caridad con los más necesitados, pobres y aislados. Hay que dar generosidad a quienes nos piden cualquier tipo de ayuda, porque ese tiempo más de vida lo necesitamos para producir frutos”.