Obispo Juan Espinoza Jiménez:

Por Benny Díaz

Fotografía relevante a la nota.

Juan Espinoza Jiménez (Foto: Facebook Correo Diocesano)

El obispo Juan Espinoza Jiménez destacó en su homilía dominical que “no podemos vivir con miedo, porque paraliza y autodes­truye, hay que confiar en nuestros talentos y dar testimonio de fe y vida, dar frutos y confiar en nosotros porque Dios nos ha dado talentos y para él tienen mucho valor, están dentro de nosotros y no podemos dar una imagen equivocada, sino de vida de fe fecunda”.

El purpurado reiteró que vivir con miedo “no nos llevará a nada constructivo, porque Jesús tiene una exigencia divina de amor especial para con nosotros y quiere lo mejor y es la felicidad, santificación y salvación eterna, pero nunca infundirnos miedo”.

Por eso es que hay santos que han dado testimonio con su vida de humildad, “y nos enseñan a reproducir los talentos que Dios nos ha confiado y a acrecentar las virtudes para lograr transformar al mundo en donde vivimos lleno de violencia y de injusticia, tantas cosas que nos duelen”.

Hizo un llamado a los fieles a “cultivar los talentos y multiplicarlos con la contem­plación, constancia y oración para servir a la gente, nuestros hermanos, hombres y mujeres porque en nuestro tiempo somos corresponsables de la evangelización y si practicamos los mandamientos y vivimos las obras de misericordia, estamos con­fiando en Dios y en la Virgen María como intercesora”.

Recordó también que “estamos celebrando la séptima jornada mundial por los pobres y el Papa Francisco exhorta a los mensajeros a no dar la espalda a los pobres, no apartar el rostro de quienes lo necesitan y hay que ayudar a la humanidad con un corazón abierto de amor”.

En cada uno de “los pobres está el hijo de Dios, está presente Cristo y cada vez que hacemos algo por el más pequeño de los hermanos, lo hacemos con el hijo de Dios, por eso mantengamos la mirada fija en la paz humana y en servir porque hay que dar testimonio en la vida, la familia, la iglesia, hay que ser útiles a Dios y lograr que hasta el último día de nuestra existencia y cuando el padre celestial nos llame podamos entrar y compartir la alegría del señor”.

Para eso, hay que “ver con claridad y apartar de nosotros el orgullo humano, la soberbia y la violencia que ha sido parte de la historia de la humanidad y son factores que nos impiden conocer a Dios y para eso hay que tener confianza y ser humildes, servir con alegría y nunca olvidar que somos peregrinos”.