Obispo Juan Espinoza:

Por Benny Díaz

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Juan Espinoza Jiménez (Foto: Archivo Página 24)

“Hay que ser capaces de descubrir el rosto transfigurado de Jesús en las personas que se oculta en el dolor, pobreza, miseria, en las lágrimas de muchas gentes, las arrugas de los ancianitos, la sonrisa de los niños, la alegría de los jóvenes, el entusiasmo en el trabajo”, dijo en su homilía el obispo de la Diócesis de Aguascalientes, Juan Espinoza Jiménez.

El purpurado resaltó que “el escándalo que fue la cruz hace dos mil años, como lo es hoy y al final de la vida no vamos a encontrarnos con dolor y muerte, sino con la gloria entera porque Dios nos hace partícipes de la gloria divina al ser transfigurados”.

Para alcanzar eso, hay que estar “en oración, alejarnos del odio, el egoísmo, el pecado en todas sus expresiones que es lo que desfigura nuestra vida”.

A los que creen en Dios “hay que aceptar nuestra vida, cualquier aflicción o prueba de sufrimiento por alguna enfermedad no nos desesperemos ni desanimemos, porque no es un momento definitivo, es transitoria hacia una vida plena con Dios y por eso hay que confiar totalmente y escuchar a Jesús”.

Espinoza Jiménez dijo que “muchas veces vivimos en fantasías humanas y buscamos la seguridad social, económica, salud y los pensamientos tienen que ver con dinero, esas seguridades son relativas porque tienen límites y caducidad, los misterios y caminos de Dios son diferentes, porque ante una enfermedad incurable, sólo él puede dar la fortaleza”.

Cuando la persona pone su fidelidad y confianza total en Dios, se deja de lado la prosperidad humana, y prefiere buscar la divina, aquella que da paz, tranquilidad, fuerza y confianza para alcanzar todas las bendiciones.

“No nos escandalicemos ni desanimemos por la cruz que tengamos que nuestra vida, puede ser la enfermedad, un hijo que se haya desviado en el camino, problemas económicos, hay que tener la confianza puesta en Jesús, porque nunca nos deja solos”.

Por eso en este tiempo de cuaresma hay que estar más atentos en la oración y en escuchar a Dios, estar cerca y acudir al templo que es el símbolo de encuentro con Jesús y entrar en comunión con él, no sólo espiritual, también en la eucarística.

Todo esto sin olvidarnos de lo más importante: ver en aquellos más vulnerables y desprotegidos, ayudarles, porque tal como lo dice en el Evangelio “cualquier cosa que hagas por tu hermano, lo haces conmigo”.

Y es donde cabe aquello de “tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estuve enfermo y ayudaste, estuve preso y me visitaste”.