Por Roberto Emilio Pezo León

Fotografía relevante a la nota.

Roberto Emilio Pezo León

NO HA SIDO uno, ni dos, ni tres presidentes que han hablado públicamente acerca del problema de las infraestructuras en el país de América del norte, han sido muchos. Tener un problema con la infraestructura supone también comenzar a tener consecuencias en materia de negocios, competitividad, y sobre todo la seguridad de Estados Unidos.

MIENTRAS QUE en Asia y Europa se invierten inmensas cantidades de dinero en modernas infraestructuras y al mantenimiento de las existentes, en Estados Unidos muchas de ellas, especialmente en el campo del transporte, están que dan pena verlas, el país con la economía más grande del mundo ni siquiera se postula entre el top 10 de los países por calidad media de sus infraestructuras (Foro Económico Mundial), mientras que el top está compuesto por países asiáticos y europeos ¡Oh sorpresa! Incluso a pesar de no estar tan alejado del top 10, ocupa puestos altos más por el gran volumen y cantidad de infraestructuras que por la calidad y estado actual de las mismas, así como su viabilidad en el futuro.

AUNQUE PAREZCA sorprendente, en la primera potencia mundial es muy normal circular por carreteras con baches, los accidentes ferroviarios no son algo extraño y los puentes que se caen por falta de mantenimiento son más de los que se esperaría en un país con tantos recursos económicos. El plan del actual presidente Joe Biden está lejos de ser el ideal para poder solucionar su problema infraestructural, de hecho, con la pandemia y sus paquetes económicos, así como su “ligera” inflación como consecuencia, EU se enfrenta a un fuerte desajuste presupuestario, provocando medidas como la mayor subida de impuestos desde 1993.

¿HASTA QUÉ punto las infraestructuras están en este tan dichoso mal estado? Pues si quisieras ir por un “road trip” por las carreteras de Wisconsin, el 81,7% de éstas están en mal estado. Si quisieras ir en tren en Nueva Jersey, será mejor que adquieres un seguro porque entre 2015 y 2019 hubo 104 descarrilamientos, es decir, 10,9 por cada 100 millas de vías. Si quisieras pasar por un puente en Rhode Island, uno de cada 10 puentes cuentan con deficiencias estructurales. A nivel nacional el 21,8% de los kilómetros de carreteras y el 7.6% de los puentes de EU están en malas condiciones. Estas cifras no son propios de un país desarrollado, y esto afecta la actividad de las empresas, se ha calculado que la reparación de carreteras y puentes costaría unos 786 mil millones de dólares, solo en reparaciones, nada de ampliaciones ni mejorías, solamente sería para cubrir el mínimo necesario para que sean seguras. Con tantas carreteras en mal estado no es sorpresa que aproximadamente cada año se gasten enormes cantidades en reparaciones de vehículos, específicamente en daños causados por el mal estado de las vías. Según la Asociación Americana de Ingenieros Civiles (ASCE) estas cifras alcanzan los 130 mil millones cada año. La reparación de las carreteras supondría más un ahorro para los conductores.

SI LAS infraestructuras terrestres dan mucho de que hablar, las aéreas no se quedan atrás. La mayoría de sus aeropuertos se han quedado en la década de los 80, en su día eran lo mejor de lo mejor, pero la falta de actualizaciones, modernizaciones y ampliaciones ha hecho que EU se uno de los países más ricos con los aeropuertos más anticuados y congestionados del mundo. Ni uno de sus aeropuertos está en la lista de los 20 mejores aeropuertos del mundo en 2021. A su vez sí que ocupan los primeros puestos de los aeropuertos con más tránsito del mundo, como es el caso del JFK de Nueva York en condiciones normales prepandemia están demasiado congestionados, esto resulta en pérdidas económicas millonarias para las aerolíneas y menor calidad de servicio para los pasajeros.

UNA DE las razones por las que esta situación infraestructural es como es, es política. Ambos partidos, el Demócrata y el Republicano, están de acuerdo en mejorar la situación, pero no se ponen de acuerdo en cómo. Mientras que el Partido Republicano piensa que es mejor mejorar y construir carreteras y autopistas para que la gente pueda llegar fácilmente a los sitios en sus propios autos, mientras que el demócrata opta por impulsar la mejora de la red de ferrocarriles y transporte público. Este es literal un campo de batalla entre los dos modelos de gobierno, el primero luchando por la individualidad y libertad del ciudadano, aunque para otros es algo insostenible y propio del pasado; el segundo es un planteamiento socialista para unos porque es controlar el movimiento de las personas, pero para otros es el futuro de la movilización sostenible.

AL FINAL estos polos opuestos nunca llegan a un acuerdo haciendo muy difícil que se ejecute un plan integral con fondos suficientes para arreglar y actualizar las infraestructuras del país, así entonces muchos presidentes lo intentan, pero nunca lo consiguen. Por otro lado, tenemos el dinero, el mantenimiento y construcción de las carreteras puede venir de dos fuentes: los estados y entes locales por un lado y del gobierno federal por otro. Este último financia su aportación a través del Fondo Fiduciario de carreteras, este fondo se nutre del impuesto federal al combustible, sin embargo, este modelo tiene sus problemas, primero que nada, lleva sin moverse desde 1993 y al ser una cifra fija y no un porcentaje ya supone la mitad de la carga impositiva real en base al nivel de precios y la inflación de 1993. Con el avance de vehículos más eficientes y la aparición del coche eléctrico ha hecho que la proporción de vehículos en circulación versus el consumo de combustible fósil en carretera baje mucho y con ello la capacidad de financiación del fondo. Esto ha hecho que el fondo tenga que recibir dinero del tesoro público, es decir, del resto de impuestos; aunque en cantidad insuficiente y contradiciendo la naturaleza por la cual este fondo fue creado. Entre 2008 y 2010 el fondo recibió 34.5 mil millones en transferencias del tesoro, pero en la práctica la mala sostenibilidad económica de este fondo hace que cada vez se destine menos apoyo federal al mantenimiento de carreteras y puentes dejando a los estados más solos en este aspecto.