Por Rubén Andrés Moreno de la Rosa

LA REGIÓN de América Latina desde hace muchos años se ha caracterizado por la presencia de una gran cantidad de violencia, desigualdad, corrupción, pobreza y muerte, lo cual representa problema presente, grave y generalizado y una de sus principales manifestaciones es la violencia contra la mujer.

ESTE TIPOS de delitos se da con mucha frecuencia en el subcontinente de América Latina, y de acuerdo con datos de Comisión Económica para América Latina y el Caribe, el número mujeres por año que sufren algún tipo de violencia están en los miles y estas cifras no están disminuyendo.

ANTE ESTA situación diversos movimientos sociales han buscado que las autoridades locales, nacionales e internacionales en América Latina tomen las medidas necesarias para disminuir estos niveles de violencia y generar mejores condiciones de vida para las mujeres, sin embargo, en este subcontinente es posible un procedimiento extraño y que en un primer momento pareciera contradictoria que consiste en una especie de carga de la culpa a la víctima que de alguna manera fue la culpable directa o indirectamente de la violencia que fue ejercida sobre ella.

ESTA CULPABILIZACIÓN puede verse no sólo en las opiniones de la población, sino también en los medios de comunicación, en las autoridades e incluso en los propios institutos de investigación y policía atribuyéndole a su forma de vestir, su forma de hablar, su profesión, su comportamiento, el lugar donde estaba, la gente con la que se juntaba y demás características la culpa de su destino.

ANTE ESTA situación, resulto necesario entender por qué se genera esta percepción social por lo cual se procederá a analizar cuatro puntos que podrían aportar una solución a esta disyuntiva.

EN UN PRIMER momento, se tienen la idea de que estos delitos son previsibles o que al menos sólo le ocurren a cierto tipo de mujeres que hacen ciertas cosas. Se tiene la creencia de que el no vestirse de manera “provocativa” no salir a ciertas horas de la noche, no ir a ciertos lugares o no juntarse con ciertas personas es una formula infalible para evitar estos delitos, sin embargo esto está lejos de ser la realidad, de acuerdo a la Relatoría sobre los Derechos de la Mujeres de la Organización de los Estados Americanos, estos delitos son cometidos contra la mujeres de toda clase, social, en una amplia variedad de espacios y más comúnmente por sus amigos, conocidos e incluso los propios familiares de la víctima.

ESTO ESTÁ correlacionado con el segundo punto, que tiene que ver con la necesidad de la sociedad para de alguna manera racionalizar este fenómeno, y poder continuar con las actividades cotidiana, puesto que aun con los aumentos de violencia, la mujer, especialmente las madres solteras necesitan seguir generando recursos para apoyar a sus familias.

FINALMENTE, EXISTE esta creencia cuasi religiosa de que la mujer que ha sufrido algún tipo de violencia está recibiendo las consecuencias de una especia de karma universal por acciones cometidas previamente. Esta idea está fuertemente vinculada con las visiones que la religión católica tiene respecto de cuál debe ser el comportamiento de la mujer y que es lo que se considera socialmente adecuado o decoroso.

ESTO HA conducido a una especie de trivialización de la violencia contra la mujer, no sólo por parte de la sociedad civil, sino también por parte de las autoridades y no solamente en el nivel administrativo, lo cual puede verse en la falta de políticas que efectivamente permitan reducir estos niveles de violencia, sino también en las autoridades judiciales pues de acuerdo con datos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en su reporte respecto al Acceso a la justicia para mujeres víctimas de violencia en las Américas, existen muchas carencias en los procesos judiciales en los países latinoamericanos lo cual vulnera de manera grave el derechos las mujeres consagrado en los artículos 8 y 25 de la Convención Americana de Derechos Humanos de tener acceso a un recurso sencillo, rápido y efectivo para la salvaguarda de sus garantías reconocidas en la Constitución y los tratados internacionales.

ANTE ESTA situación, resulta necesario un replanteamiento de la perspectiva que los ciudadanos y autoridad tenemos respecto a la problemática, bajo una visión más empática donde pueda entenderse que independiente de que las personas llevan a cabo conductos que uno considere socialmente apropiadas o morales, ningún persona busca que la violencia sea cometida contra ella y como ciudadanos de América Latina todos tienen el mismo acceso a la protección de sus derechos fundamentales contra cualquier violación, ya sea cometida por el Estado o por los sociedad civil.

EN CONCLUSIÓN, la violencia contra las mujeres es un fenómeno generalizado en América Latina el cual ha pasado a ser trivializado por la sociedad en su conjunto, lo que ha sido un factor que ha impedido la toma de conciencia de la población para exigir a las autoridades administrativas y judiciales tomen las medidas adecuadas para cuando menos disminuir este fenómeno y así peor tener una sociedad más segura para todos.