Señor Director:

Este octubre un juzgado penal de Barcelona resolvió que Tamara Carrasco, una joven activista independentista catalana acusada de desórdenes públicos, era inocente. El caso de Tamara ilustra la forma en que la policía española, los fiscales y los jueces llegan a niveles ridículos en su obsesión por perseguir las aspiraciones políticas de la minoría nacional catalana.

Tamara Carrasco fue detenida en 2018 durante una ola de protestas por la detención en Alemania de Carles Puigdemont, el Presidente de Cataluña que fue destituido por el gobierno español y que se exilió en Bélgica para evitar la venganza de la Justicia española. La detención de Tamara fue un montaje policial antiterrorista totalmente desproporcionado que los medios de comunicación remachar criminalizándola de ser una líder de los Comités de Defensa de la República (CDR). Lo único que la Guardia Civil encontró en casa de Tamara fue un silbato de color amarillo (el color que los catalanes usan para la libertad de sus presos políticos), una careta de cartón de uno de los presos políticos catalanes y un mapa de Google impreso, y se la acusaba de haber animado, por whatsapp, a amigos y compañeros a sumarse a las manifestaciones. Tamara fue traslada a Madrid, acusada de terrorismo, rebelión y sedición, y estuvo dos días incomunicada en un calabozo. Posteriormente se la ha obligado a estar confinada en su municipio sin poder salir de él. Durante los trece meses siguientes la acusación contra Tamara cambió de terrorismo, rebelión y sedición a desórdenes públicos. Finalmente la juez sentenció que Tamara no cometió ningún delito y que las acciones de protesta de los CDR eran completamente legales.

Esta historia no es un caso aislado y se va repitiendo cada cierto tiempo. Por ejemplo, la policía española repitió este teatro un año después en la detención de nueve miembros más de los CDR. Se les acusó de preparar atentados, pero al cabo de tres meses salieron de prisión con una fianza… Sorprendente. Aún esperan juicio.

Estas dos operaciones, y muchas más que no explicaremos ahora, buscan que, si eres catalán e independentista, tengas miedo que cualquier día pueden llamar a la puerta de tu casa y, al otro lado, encontrarte diez policías armados y con pasamontañas, y una nube de periodistas que dirán que eres un terrorista, aunque en tu casa sólo haya un silbato, una máscara y un mapa.

Maria Garayoa,
Barcelona, Cataluña