Por Héctor Manuel Rodríguez-Figueroa

“…permanece abierta la pregunta sobre cuál es la situación actual de las culturas juveniles, será una respuesta que venga de diversas voces y contextos, pero que especialmente tiene que provenir de sus propios actores, de esos jóvenes (y ya no tan jóvenes) que las han integrado y dado vida.” (Foto: Héctor Manuel Rodríguez-Figueroa)

“…permanece abierta la pregunta sobre cuál es la situación actual de las culturas juveniles, será una respuesta que venga de diversas voces y contextos, pero que especialmente tiene que provenir de sus propios actores, de esos jóvenes (y ya no tan jóvenes) que las han integrado y dado vida.” (Foto: Héctor Manuel Rodríguez-Figueroa)

EN DÍAS previos me realizaron una entrevista sobre culturas juveniles y publicaron la nota al respecto en un periódico de circulación local, del que intencionalmente omitiré el nombre, en relación a la cual quiero aclarar varios puntos ya que no es fielmente representativa de lo que pienso sobre el tema y descontextualiza lo que se dijo en la entrevista.

QUIERO COMENZAR señalando que yo he sido parte de este tipo de agrupaciones, especialmente en una escena derivada del punk que se llama crust, la cual musicalmente tiene tiempos rápidos en la sección rítmica, mucha distorsión en la guitarra y vocales guturales, que tiene las características particulares de ser autogestiva, antiautoritaria y antifascista. Mi experiencia en esta cultura fue sumamente positiva, ya que me ayudó a crecer individualmente y aprender a organizarme con otras personas en torno a ideas y metas comunes, tomé conciencia de las injusticias sociales y la necesidad de luchar por aminorarlas, así como de la posibilidad de crear espacios culturales y políticos alternativos, al margen de una sociedad tradicionalista y consumista.

PERO TAMBIÉN he estudiado a las culturas juveniles como sociólogo, tratando de tomar distancia con el objeto de estudio, desde esta perspectiva las culturas juveniles son un concepto que tuvo su auge durante la década pasada, donde una importante variedad de investigaciones aparecieron en México y el mundo, cuyos principales autores fueron Rossana Reguillo, Carles Feixa y Rogelio Marcial, incluso en Aguascalientes se publicó La irreverencia del gallito copetón, coordinado por Antonio Guerrero.

LAS CULTURAS juveniles “se refieren a la forma en que las experiencias sociales de los jóvenes se expresan colectivamente mediante la construcción de estilos diferenciados tanto a través del consumo de ocio como a través del uso de espacios intersticiales de la vida institucional” (Feixa & Nofre, 2012, p. 1). Tengo que decir que para que les podamos denominar como tales, las culturales juveniles implican no sólo el consumo de bienes culturales sino también su producción y distribución; sin embargo, actualmente surge la necesidad de replantearse el concepto, porque muchas de esas agrupaciones actualmente no están conformadas necesariamente por jóvenes y el concepto de tribus urbanas tampoco es adecuado para representarlas porque, por lo menos la mayoría, no tiene un comportamiento semejante a las prácticas tribales, principalmente porque no están definidas ni delimitadas por un territorio.

RECIENTEMENTE PUBLIQUÉ un artículo de investigación en la revista colombiana Campos en Ciencias Sociales denominado “Los grupos de discusión como estrategia para el estudio de la subjetividad de los movimientos sociales. El caso de un colectivo anarco-punk de la ciudad de Aguascalientes, México”, este fue el motivo por el que se me realizó la entrevista, pero el reportero me dijo que sólo leyó el resumen. En este trabajo además de presentar una herramienta metodológica para estudiar a los movimientos sociales, se mostró el caso de un colectivo anarcopunk sobre el cual se hizo la investigación empírica hace ya 10 años y que no se encuentra actualmente activo, sobre el que se encontró que sus prácticas estaban encaminadas a producir y difundir contrainformación: conciertos, batucada, trípticos, fanzines y performances callejeros. Mencioné que este colectivo tenía las características de los entonces denominados nuevos movimientos sociales y al mismo tiempo los de una cultura juvenil, ya que no buscaban el poder y su idiosincrasia consistía en buscar un mundo más justo, en el que todas las personas tuvieran acceso a los derechos como salud, alimentación y trabajo digno, así como el respeto a la diversidad y la crítica contra el autoritarismo, al tiempo que el elemento identitario que les unía era su gusto por la música punk y ska, además de que algunas de las personas que participaban en él, tocaban en bandas de estos géneros.

DESDE ENTONCES ya no he realizado investigaciones empíricas sobre esta temática y se lo aclaré al reportero, también dije que he visto menos agrupaciones como la mencionada, pero no dije que estén en el ocaso ni mucho menos, sino que el panorama se ha complejizado, ya que hay una diversidad de culturas que no se han estudiado hasta ahora, así como tampoco se han indagado las metamorfosis que han experimentado las que han permanecido. No obstante, una década después las investigaciones sobre la temática efectivamente han disminuido y sería importante retomarlas para ver cómo han sido influenciadas sus prácticas e ideas por las redes sociales digitales, así como por el nuevo contexto político del país.

 DE TAL manera que permanece abierta la pregunta sobre cuál es la situación actual de las culturas juveniles, será una respuesta que venga de diversas voces y contextos, pero que especialmente tiene que provenir de sus propios actores, de esos jóvenes (y ya no tan jóvenes) que las han integrado y dado vida.

DICHO LO anterior, sólo queda  aclarar que lo denominado como culturas juveniles es demasiado amplio y diverso como para hacer generalizaciones a priori, sin embargo, las considero como espacios en los que se pueden vivir experiencias, especialmente nuevas formas de participación social y de acción colectiva, que son alternas a las que se ofrecen en la sociedad de consumo y que cada persona decide si esas experiencias le llevan a un crecimiento o no; en mi caso, ya señalé que fue tan positiva que, hasta ahora (ya no siendo joven según el INEGI), porto en el cabello una mohicana con dreadlocks como símbolo de mi respeto a la cultura juvenil que me impulsó a ser quien soy en la actualidad.

 Referencias

Feixa, C., & Nofre, J. (2012). Culturas juveniles. Sociopedia.isa.
http://www.sagepub.net/isa/resources/pdf/Youth%20Cultures%20-%20Spanish.pdf

* Candidato a doctor en Estudios Socioculturales y docente de la Universidad Autónoma de Aguascalientes