*Pasos Para Entender la Postura Mexicana en Torno a la Crisis en Venezuela (Segunda de dos Partes)

Por Enrique Halder Castillo

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador y el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard Casaubón (Foto: Archivo/ Galo Cañas/ Cuartoscuro)

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador y el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard Casaubón (Foto: Archivo/ Galo Cañas/ Cuartoscuro)

CIERTO ES que la crisis venezolana ha cobrado mucha relevancia desde el incremento de la violencia y de la gran cantidad de venezolanos exiliados que han visto en la salida del país, la única forma de supervivencia. A ello se suman diversas y muy distintas acciones políticas del gobierno, que van desde las violaciones a los derechos humanos, hasta la represión hacia manifestantes de la oposición. En este sentido la neutralidad mexicana cobra especial relevancia, pero se trata de un trabajo diplomático quirúrgico que no puede ejercerse de manera visceral.

LA POLÍTICA exterior mexicana tiene hoy un gran reto y un importante trabajo por delante, pues ha propuesto, junto con Uruguay, la búsqueda de una solución dialogada y pacífica. Se proponen así, alternativas al conflicto, y con ello la exploración de vías en las que se evite a toda costa un enfrentamiento armado entre las partes.

ES ESTA la tradición diplomática mexicana, la de la mediación y la que se construye a partir de la Doctrina Estrada, pero que va mucho más allá de la misma. México, construye su política exterior desde adentro, la política nacional había sido determinante para desplegar la agenda exterior y su influencia continental, por lo menos hasta la llegada del PAN al poder en el año 2000, momento de quiebre en la política exterior mexicana y sus relaciones hemisféricas. El regreso a esta práctica viene acompañado del cambio de gobierno, y evidentemente de su agenda exterior, la cual incluye un nuevo acercamiento a Latinoamérica y el Caribe, que había quedado relegado al segundo plano, por la estrecha y muy fuerte relación bilateral con los Estados Unidos que se vivió durante las últimas dos décadas y que significó para México un considerable distanciamiento en relación a sus países vecinos del sur.

EXISTIERON, DURANTE una buena parte del siglo XX, una larga lista de intervenciones norteamericanas en el hemisferio sur del continente americano y que forman parte de la preocupación general de que se vean involucrados una vez más en una decisión transfronteriza. Desde el conflicto en Guatemala, en la década de 1950, hasta la intervención directa más reciente en Panamá en 1989. Estos hechos son parte del historial de participaciones de los Estados Unidos en la vida política de varios Estados en Latinoamérica. La defensa de los intereses nacionales estadounidenses, por razones que aquí sería muy largo explicar, se convirtieron en el estandarte de su política exterior, a esto hay que sumar la llegada al poder de Donald Trump en el 2016, situación que ha marcado un giro en torno a la política exterior estadounidense. La agresividad de su mensaje, especialmente hacía los mexicanos y los centroamericanos, se convirtieron en el tema predilecto de campaña del ahora presidente norteamericano. Esto no solamente ha debilitado las relaciones con México, acentuadas más en la percepción social, que en la clase política del gobierno anterior, que en una maniobra sumamente criticada, invitó al aún candidato republicano a una reunión con el entonces mandatario mexicano Enrique Peña Nieto. En este sentido, la percepción pública que tiene Trump en México y en América Latina, lejos de ser amable, es de rechazo.

ANTE ESTO, el nuevo gobierno mexicano, ha optado por la vía del diálogo y evitando a toda costa el enfrentamiento discursivo. Una de las cosas más claras que ha mostrado el Gobierno Mexicano, y en especial la Secretaría de Relaciones Exteriores, es precisamente, lo expresado en el artículo 89 sección X de la Constitución, la autodeterminación de los pueblos y la solución pacífica de las controversias. En ese sentido, la iniciativa propuesta junto con Uruguay, es digna de mención y una acción congruente. La situación apremia, pues el escalamiento de las tensiones y la violencia juegan contra reloj. La ONU ha tenido ya su reunión a través del Consejo de Seguridad y no han llegado a un acuerdo en mayoría para desconocer al gobierno venezolano encabezado por Nicolás Maduro, idea que refuerza el compromiso en la solución pacífica y pone aún más atención en la iniciativa México-Uruguay.

DIVERSOS PAÍSES se han sumado a la propuesta pacifica, las presiones internacionales también han contribuido a una futura aceleración del conflicto. El momento es de alta tensión, Maduro ha aceptado el diálogo propuesto por México y Uruguay, pero rechaza por el momento la idea de nuevas elecciones. La oposición encabezada por Guaidó ha tenido reconocimiento y apoyo directo de Estados Unidos y sus aliados, pero aún existe cierto escepticismo por su repentina aparición y por el desconocimiento de su existencia en gran parte de la población venezolana. Lo cierto es que este reto para las relaciones continentales apenas comienza, y México ha dado el primer paso para situarse como uno de los líderes regionales, cumpliendo con lo dicho por el gobierno actual, en este nuevo acercamiento al sur del continente.

EN ESTE entendimiento deberán quedar excluidos o en la lejanía, los prejuicios ideológicos casuales, el gobierno de Maduro, ha sido autoritario sí, ha violado derechos humanos, sí, debe ser castigado por ello, sin duda. Pero hacerlo a través de la vía pacífica, sin el derramamiento de sangre, sería, para todo Latinoamérica, un ejemplo de independencia política tan necesario en estos tiempos. Y sin duda, el pueblo venezolano sufriría mucho menos, pues de no suceder, se repetiría un patrón bélico que ha azuzado al continente desde principios del siglo XX y en el cual curiosamente aparece comúnmente el gobierno estadounidense. ¿Sucederá? No lo sé, pero ya veremos el desenlace. Lo único que me parece obsoleto, es este sentimiento estadounidense al que Reagan clasificó como Política del Big Stick (1) y que deja muchas dudas, especialmente en el poderío político pro Estados Unidos, que iría de la mano como se ha mostrado hasta ahora, de un gobierno militar y de extrema derecha en Brasil. Guaidó deja muchas dudas respecto a su independencia política y su capacidad de liderazgo. Por ello creo firmemente que Venezuela merece más, si la vía diplomática funciona, será larga y desgastante, pero mil veces más redituable que la armada. El primer obstáculo es el tiempo y para buena o mala fortuna, es “Made in USA”.

Nota

1. Las propuestas norteamericanas de solución a través del poder y la intimidación militar. Véase en Rinke, Op.Cit.


Puede encontrar la primera parte de esta columna en:

https://pagina24.com.mx/2019/02/04/columnas/mexico-y-el-espiritu-contadora/