Repensar dos Sexenios

Por Daniela Itzel Domínguez Tavares

Los estudiantes como parte de la sociedad volvieron a tomar las calles, asimilaron e hicieron explícitas las inconformidades en las que se tiene que sobrevivir en el país (Foto: Daniela Itzel Domínguez Tavares)

Los estudiantes como parte de la sociedad volvieron a tomar las calles, asimilaron e hicieron explícitas las inconformidades en las que se tiene que sobrevivir en el país (Foto: Daniela Itzel Domínguez Tavares)

EL DÍA de mañana se conmemoran 50 años de aquel 2 de octubre de 1968 que marcó la historia del siglo XX en México; repensar la década de 1960 y con especial atención el año de 1968 requiere un análisis critico de cómo recuperamos nuestra memoria histórica. Analicemos dos breves momentos en los sexenios de Gustavo Díaz Ordaz y Enrique Peña Nieto porque vale la pena tener un punto de comparación respecto a la participación de la sociedad civil.

AUNQUE LOS dos sexenios mencionados tuvieron fuertes problemas dialogando con movimientos estudiantiles, los separan 50 años de diferencia y cada uno tuvo contextos y circunstancias diferentes. Empecemos con Díaz Ordaz, presidente de México de 1964 a 1970. Algunos de los aportes de este presidente fueron la realización de los juegos olímpicos de 1968, la Copa Mundial de Futbol de 1970, el impulso a la minería, y la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) (1) así como el tratado de Tlatelolco que prohibía las armas nucleares en la región latinoamericana. Ahora bien, ensombreciendo este panorama fue Díaz Ordaz quien tuvo que lidiar (por ser presidente) con la vorágine de acontecimientos que marcaron esta década.

EN LAS ciudades más importantes del mundo, y algunas otras donde las clases medias estaban tomando más fuerza y organización, es que pudo apreciar con mayor claridad qué tanto pasó en 1968. Fue el momento de la ruptura social e ideológica, los valores con los que se habían formado las emergentes clases medias resultaban hipócritas, los gobiernos democráticos de occidente desilusionaban a sus seguidores; en pocas palabras, el mundo capitalista que seguía en construcción estaba vislumbrando el poder de las clases sociales medias y populares que se formaron en su seno.

LAS MANIFESTACIONES que se presentaron durante 1968 y su sangriento desenlace en Tlatelolco demostraron la masificación de las inconformidades sociales en México, aquella clase media que estaba tratando de asistir a la universidad, los trabajadores sobreviviendo a los embates de los interminables planes para salvar a la economía mexicana, para decirlo en pocas palabras: Las manifestaciones de aquel año no fueron sino el crisol de la conciencia que el pueblo mexicano había generado dadas las características culturales de la época. La democracia, y no sólo en México, tuvo en esta década uno de sus primeros síntomas de enfermedad. Consecuencias directas, un número sin definir de estudiantes muertos y desaparecidos por el Estado.

PASEMOS AHORA con Enrique Peña Nieto, presidente por el PRI desde diciembre de 2012 que estará por concluir su carga en un par de meses. Francamente sus reformas auspiciadas durante su presidencia están todavía por rendir frutos, o no. Pero al igual que con Díaz Ordaz uno de los momentos que marcaran su memoria y la manera en la que se le recordará, será a partir de los hechos ocurridos con los 43 estudiantes de Ayotzinapa en septiembre de 2014.

COMO CADA año los estudiantes de la Escuela Normal Rural Isidro Burgos planearon asistir a la Ciudad de México para la conmemoración de la matanza de Tlatelolco. El 26 de septiembre secuestraron algunos autobuses con el cometido antes mencionado, pero el desenlace fue el más inesperado. Han pasado cuatro años en los cuales se han hecho mayores los abismos entre las investigaciones realizadas por el gobierno mexicano y las organizaciones internacionales. La verdad histórica que defendió el presidente está derrotada. El resultado de aquella movilización de normalistas fue la renovación de la clase media en México y no sólo eso, los estudiantes como parte de la sociedad volvieron a tomar las calles, asimilaron e hicieron explícitas las inconformidades en las que se tiene que sobrevivir en el país. Aquel mismo sector de la sociedad que se había criticado por su inasistencia a votar o su poca participación política, estaba tornando a las calles.

¿POR QUÉ analizar estos dos momentos en la historia de nuestro país? El de la década de 1968 tuvo como punto de arranque la situación cultural y política que se estaba viviendo en todo el mundo. México fue solamente otro de los escenarios donde se pudo apreciar la fuerza y empuje de las clases medias. En el caso del presente sexenio la desaparición de los 43 estudiantes responde a un momento de crisis enmarcado por la aparición del narcotráfico como motor de la economía en regiones olvidadas de nuestro país. El actor social afectado es el mismo, pero, ¿son estos dos momentos ejemplos de las necesidades sociales enarboladas por la cultura capitalista?

AUNQUE CADA acontecimiento tiene contextos diferentes las condiciones históricas tienen puntos subyacentes en común. La desigualdad, la economía dependiente, la violencia, la falsa cultura nacional que quiere englobar a todos los mexicanos olvidándose de las infames diferencias de lengua, género y educación.

AUNQUE ESTOS dos acontecimientos tienen 50 años de diferencia demuestran la legitimación de la violencia por parte del Estado, pero también un buen tránsito por parte de los actores –nuestras clases medias– que siguen desarrollándose con ese espíritu de maduración, perfeccionamiento y equidad. Y justo ahora que el presente sexenio está por terminar la esperanza no está del todo descartada.

Nota

https://www.lifeder.com/aportaciones-gustavo-diaz-ordaz/#Economia. Consultado el 30 de septiembre de 2018.