Peregrinaje

Por Lenina Nereida Ortiz García

Pintura de Ernest Descals

Pintura de Ernest Descals

Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida,
y entonces comprende cómo están de ausentes las cosas queridas.
Armando Tejada

LA CIUDAD cambia, ¿desde cuándo es tan triste recorrer las calles del centro? Salgo del trabajo y me encamino a las calles principales. No quiero llegar a casa aún, así que recorro algunas calles antes de tomar el autobús. Muchas veces he caminado por el centro, desde mi infancia hasta ahora. Hace calor y recuerdo aquellas fuentes a un costado de la catedral, bastaba con sumergir mi mano para refrescarme. Ahora no hay nada, quizá las llevaron a un parque, las destruyeron o las llevaron a otra ciudad cambiante.

¿DÓNDE ESTÁN los árboles que alguna vez me prestaron su sombra? De niño pensaba que era imposible mover un árbol tan grande, y que siempre estarían ahí. Al salir de la escuela descansaba unos momentos en el frescor de la sombra mientras mis padres me recogían. Pero ya no están. Estorbaban a las mentes precarias que se dicen interesados por el pueblo. Regresen a los testigos de mi niñez y la de tantos más, ¿es mucho pedir?

DE VERDAD hace calor, supongo que tendré que comprar algo de beber en una tienda de esas que tienen tapizada la ciudad, de esas que facilitan un poco la vida del hombre moderno. Salgo con mi bebida en mano, continúo mi caminata, tantos templos a mí alrededor me dan cierta nostalgia, es lo único que perdura estable. Nunca he sido devoto pero sí amante de la historia, así que me tranquiliza un poco observarlos.

MÁS ADELANTE hay varios cafés y bares con sus mesas afuera, y el calor me recuerda aquél cafecito en el que entré a tomar una cerveza en tarro con un turista ruso. Fue tan reconfortante beber de aquel tarro, que mi paladar recrea la sensación y el sabor. En ese entonces era un simple bar, común y corriente, pequeño, cualquiera podría llegar, cualquier estudiante universitario con un turista ruso, cualquier pareja de enamorados, y uno que otro escurridizo menor de edad. Ahora es un lugar muy esnob, lo han ampliado y tocan música en vivo, jazz, blues, bossa, y todo género que se le parezca. Dejó de ser acogedor para los que nos interesa sólo ir a disfrutar de un buen café o una buena cerveza, a los que no nos interesa quién nos va a ver bebiendo.

AHÍ ESTÁ, ese lugar al que vengo siempre, nunca pasa desapercibido y lo observo por unos momentos mientras continúo caminando. Ya no es el mismo restaurante, sí, también ha cambiado, la fachada es distinta y, ahora es un bar. Las ventanas, aunque modificadas, siguen en la misma posición, aquella donde te vi sentada comiendo, donde fingiste no verme aunque después saliste corriendo y me pediste acompañarte. Esa ventana es un espejo al pasado, al mejor momento de mi vida y también el más triste. Pero no estoy tratando de hablar sobre ti, lo importante aquí es que todo cambia, y será una barbaridad si un día alguien quita esa ventana, tan importante es, como los mismos templos.

ME PONGO nostálgico, ya me acerco al jardín de todas las etapas de mi vida, siempre está verde y fresco, el murmuro de los coches a lo lejos, los ancianos que van a conversar con sus amigos, todo es relajante. Pero también ha tenido algunos cambios, ha disminuido la cantidad de ardillas, esas que me gustaba alimentar de niño, era la sensación más extrema poder darle un cacahuate a una y mejor aún si se juntaban varias. Los niños ya no se entretienen con ellas, pasan desapercibidas, sólo unos cuantos padres nostálgicos como yo los animan a hacerlo todavía.

EN ESTE jardín besé a la primera chica que me gustó en mi adolescencia, y también aquí me puse borracho con mis amigos en una de tantas ferias. Aquí estuve con aquel ruso turista platicando sobre sus experiencias en la ciudad. Vine a relajarme cuando terminaba mis trabajos finales en la universidad. Y aquí me despedí de ti observando a los escarabajos entre los agujeros del tronco de aquel árbol. Llorabas, te señalé los escarabajos, pues la piel se erizaba con solo verlos y sonreíste un poco.

DE VEZ en cuando al salir del trabajo hago el mismo recorrido por las calles del centro, observo las cosas que ya no están y culminan mis pensamientos en una banca, no voy más allá, no hay recuerdos más allá del jardín.