Crucero

Por Lenina Nereida Ortiz García

Cruce peatonal en Tokio

Cruce peatonal en Tokio

BEATRIZ, NO podía acelerar demasiado, los frenos necesitaban una visita al mecánico, pero su impaciencia por llegar temprano al compromiso la hizo romper las reglas, pasó dos semáforos en rojo, y no dudaba en pasar el siguiente, hasta que alcanzó a divisar a dos personas a su izquierda que se disponían a cruzar, frenó, el carro se detuvo sobre las líneas peatonales obstruyendo el paso a la pareja que para entonces ya había bajado de la acera.

MAURICIO Y Alejandra se disponían a cruzar la avenida, era de las más peligrosas en la ciudad, el índice de accidentes era muy alto, Mauricio conocía el temor de Alejandra para cruzar las avenidas grandes, no acostumbraba a salir mucho, así que la tomó de la mano. No soy una niña Mauricio, no necesito que tomes mi mano. Pero Ale, si tú misma me estabas diciendo ayer que esta zona de la ciudad te fastidiaba y te ponía los nervios de punta porque incluso los centros comerciales estaban diseñados sin pensar en el peatón, sólo para la gente que llega en sus coches, mira esa mujer, cómo se le ocurre pararse en medio de las líneas peatonales, conmigo estás segura, no está mal aceptar de vez en cuando las cosas que no podemos hacer, yo te enseño, que soy hombre de más mundo, eh, Ale, ¿Alejandra? ¿Me estás escuchando?, por qué no estás riendo de mi chiste…

FRANCISCO CRUZÓ la calle, de frente se aproximaba una pareja, los estaba observando desde que estaban parados en la otra acera, el rostro de la chica y su menudo porte lo embobaron, no se percató que se aproximaba a un bache, siguió mirándola hasta que tropezó, fue tal el malabarismo que hizo para no caerse que inevitablemente chocó con el hombro de ella, tirando la bolsa de libros que traía en su mano. Perdón, déjame ayudarte. Sus ojos estaban fijos en los de ella mientras recogían los libros, pero ella no lo miró, uno cayó sobre el cofre del auto de Beatriz, todo en un instante.

MAURICIO, SOBRESALTADO, por ver al joven que miraba fijamente a Alejandra, celoso, tomó de la mano a Alejandra y observó al muchacho con un peculiar gesto que invitaba a alejarse cuanto antes de ahí, no fuera a ser que los ojos se convirtieran en espadas.

FRANCISCO, SIN decir nada, siguió caminando hasta rodear el coche de Beatriz, volvió la mirada un par de veces para ver a la chica, pero se encontró con el rostro de su evidente novio, y éste, frunció el ceño y movió su rostro hacia arriba dejando lucir su barbilla, con la misma mirada amenazadora de hacía unos segundos, como preguntándole qué se le ofrecía.

MARIANA CRUZÓ rápido la calle antes de que saliera la luz verde, era tarde y la impacientaba hasta la espera del semáforo. Resaltaban sus ojos grandes, su tez morena y cabello negro, iba demasiado arreglada, sus labios con brillo y cierto rubor en sus mejillas. Pasó corriendo junto a Alejandra.

ALEJANDRA ESTABA distraída, deslumbrada por la belleza de una joven en la otra acera, la había visto desde antes de cruzar la calle, las palabras de Mauricio y los ruidos de los carros dejaron de importarle, se fundieron en su mente, de pronto todo estaba enfocado en aquella mujer que caminaba de un lado a otro, con su celular al oído, su rostro angustiado le daba un aire melancólico que cautivó más la mirada curiosa de Alejandra. De pronto un muchacho torpemente la empujó, provocando que tirara su bolsa, no quería perder detalle de la joven que ya se aproximaba, así que recogió lo más rápido que pudo sus cosas. La siguió con la mirada hasta torcer el cuello hacia atrás, apenas y se vieron, pero pudo percatarse de sus ojos amielados y la estela de un perfume dulce.

MAURICIO LA jaló para apresurar el paso, estaba terminando el tiempo para cruzar. ¿Ves? lo logramos, si no hubiera sido por esa mujer que se pasó de las líneas peatonales, ese muchacho no habría chocado contigo, pero ¿por qué estás tan distraída? ¿Qué ves allá?, no me digas que lo conocías o ¿se te quedó alguna cosa tirada? No tengo nada, sigamos.

BEATRIZ CON una actitud más relajada después de lo que acababa de ver, siguió su camino apenas se puso la luz verde.