Heteronormatividad, Reproducción de Capital y Configuración de la Sexualidad Actual

Por Alejandra García Loera*

EN LA ACTUALIDAD las tendencias u orientaciones sexuales han sido motivo de debate, ante la creciente violencia y su diversificación, las personas no apegadas a la heteronormatividad establecida han sido objeto de crímenes y discriminación. La sexualidad en general, se ha configurado en relación al contexto histórico en la cual se desarrolla, siendo dominada por las creencias religiosas imperantes durante cientos de años, reduciéndola a la mera reproducción, considerándose al cuerpo como un producto social y cultural. “En esta afirmación se sustentan una serie de indagaciones sobre las prácticas sociales de regulación y dominación de los cuerpos, que han conducido a un desequilibrio notable en la percepción de control sobre nuestro cuerpo y sobre nuestra sexualidad”. (1)

EN LA ANTIGÜEDAD y con el desarrollo del judaísmo, la normatividad sexual estuvo basada en el Antiguo Testamento, el cual regulaba la conducta sexual de la época apoyándose en los diez mandamientos establecidos en el Éxodo y reforzándose en Levítico, en los cuales se condena el adulterio, la promiscuidad, la sodomía, se condena el incesto y el matrimonio tenía como objeto la descendencia. (2) Esta normatividad sexual judeocristiana persiste hasta nuestros días, misma que sigue teniendo como principal objetivo la reproducción y por consecuencia las relaciones heterosexuales. Caso contrario, lo hayamos en la Antigua Grecia, donde se toleraba la homosexualidad masculina, misma que se orientaba a la educación y a la ética. En cambio, las mujeres eran subordinadas y concebidas como ciudadanas de segunda clase, y sólo eran vistas como un objeto sexual portador de hijos.

El biólogo estadounidense Alfred C. Kinsey

El biólogo estadounidense Alfred C. Kinsey

CON EL surgimiento del patriarcado se gesta una heteronormatividad basada en un doble carácter, en el cual la mujer es relegada a la esfera privada para educar a los hijos y la reproducción. Mientras que el varón está a cargo de la esfera pública. Es decir, “se gesta una doble norma establecida: permisividad al varón y represión a la mujer a la que se le exige virginidad y fidelidad al marido sin importar su propio placer”. (3) Además, la sexualidad adquiere un doble significado, reduciendo la relación sexual a la reproducción “como una forma lícita y socialmente aceptada vinculada al matrimonio y la familia. O bien, placer como la forma válida” (4) para el hombre.

DURANTE LA Edad Media, la Iglesia fungió como la máxima institución de control social, siendo la teología la encargada de establecer las pautas del comportamiento sexual y la ley civil. Así, se tomaron varias medidas para afrontar la diversidad de problemas sexuales, como la sodomía y el adulterio. Fue “en esta época [que] aparecieron los famosos cinturones de castidad, y se hicieron evidentes muchos problemas sexuales, por lo que la Iglesia para reafirmarse refrenda el matrimonio monógamo y declara al instinto sexual como demoníaco dando origen así a la Santa Inquisición”. (5) Pero, esta dominación por la conducta sexual se vería amenazada con la aparición de la Iglesia Anglicana, derivada de la Reforma Protestante encabezada por Martín Lutero, cuando se admitió el divorcio de Enrique VIII con Catalina de Aragón por su imposibilidad de darle un heredero varón.

CON LA introducción de la modernidad y el inicio de la acumulación originaria del capital a nivel global, que se vio marcado por el descubrimiento y colonización del Nuevo Mundo, la normatividad sexual fue impuesta por los europeos hacia los nativos, con la introducción de dicotomías jerárquicas que distinguían entre lo humano, lo no humano, y así entre hombre y mujeres. “Necesariamente los indios y negros no podían ser hombres y mujeres, sino seres sin género. En tanto bestias se los concebía como sexualmente dimórficos o ambiguos, sexualmente aberrantes y sin control, capaces de cualquier tarea y sufrimiento, sin saberes, del lado del mal en la dicotomía bien y mal, montados por el diablo”. (6)

PARA EL siglo XVIII y XIX, igual que en épocas precedentes, durante el periodo victoriano cualquier relación sexual que no tuviera como fin la reproducción y pudiera considerarse como recreativa, era condenada por la sociedad. “En 1882 aparece el trabajo de Richard Kraft-Ebing Psychopatia Sexualis, donde describe diferentes tipos de comportamiento sexual etiquetándolos como patológicos y surgiendo así el término desviación sexual”, (7) y reduciendo entonces, a cada conducta sexual no destinada a la reproducción, como una mera enfermedad.

EN EL SIGLO XX, se desarrollan teorías psicoanalíticas sobre la sexualidad y que se desarrollan desde mediados del siglo XIX. Sigmund Freud dedicó gran parte de sus esfuerzos en demostrar la relevancia o trascendencia que tiene la sexualidad para el ser humano, sus ideas pueden entenderse como una reacción a la normatividad sexual victoriana. Entre sus principales aportaciones a este campo, se encuentra la introducción del término de líbido, definiéndolo como la energía de la que emanan todas las actividades de los hombres. Así mismo, otra de sus contribuciones es “la descripción del denominado complejo de Edipo, en el que afirmaba que la mayor parte de las veces los pequeños desde la edad de dos años centran en uno de los padres su objeto amoroso”. (8) Sin embargo, desde la antigüedad hasta el desarrollo de las ideas de Sigmund Freud, podemos observar o advertir una tendencia que apunta hacia una normatividad sexual que subordina a la mujer, la concibe como un objeto, tiene como principal fin orientar la conducta sexual a la reproducción.

A MEDIADOS del siglo XX, podemos encontrar académicos que desarrollaron estudios sobre la sexualidad de manera no convencional y como una reacción a las conductas impuestas por la heteronormatividad, como sus predecesores. A pesar de que sus teorías surgieron a mediados del siglo pasado, continúan brindando una explicación más sensata que ha permitido ir develando los mitos y tabúes que rodeaban a la sexualidad actual, como la homosexualidad, tema difícil de abordar debido a que su definición ha variado a través del tiempo. Recurrentemente se alude a las personas homosexuales como aquellas personas que sienten atracción por personas de su mismo sexo; hoy por hoy se sabe, gracias a muchas investigaciones, que la homosexualidad tiene implicaciones psicológicas personales y sociales mucho más profundas. Actualmente, el hablar de una orientación distinta a la heterosexual significa, por un lado, la pérdida o la falta de valores en el individuo y por otro, una muestra de apropiación del cuerpo que expresa una evolución en la sociedad, por medio del reconocimiento a un sector aparentemente minoritario de la sociedad.

ASÍ, ENTRE 1940 y 1950 el biólogo estadounidense Alfred C. Kinsey “estudió de manera estadística las prácticas sexuales de la población de su país. Diseñó una escala que lleva su nombre, formada por siete categorías que clasificaban la preferencia sexual de las personas desde las “exclusivamente homosexuales”, hasta las “exclusivamente heterosexuales”, (9) cuyos resultados fueron publicados en su obra Sexual Behavior the Human Male. Esta escala que se sigue usando en la actualidad se basa en 12 mil entrevistas, seis mil 300 realizadas a hombres y cinco mil 700 a mujeres y sigue siendo un instrumento importante para las investigaciones actuales sobre la sexualidad, “y contra muchas especulaciones, se ha comprobado que la mayoría de la población se encuentra en las categorías intermedias”. (10)

POR ELLO, es momento de replantearnos nuestra sexualidad, la cual ha sido configurada como un instrumento de reproducción del capital, es decir, la reproducción que evoca más obreros y como diría María Lugones, debemos pensar en una sociedad sin dicotomías jerárquicas (hombre-mujer). Así, Alfred Kinsey nos ofrece una clasificación de las orientaciones sexuales, mucho más amplia que la hetero. Esta última no es biológica, sino política, ya que al concebir descendencia se asegura la reproducción del capitalismo, reproduciendo a su vez al proletariado. De esa manera, es que Foucault concibe a la configuración de la sexualidad como un mecanismo de poder, un proceso macro el cual se clasifica como natural o heterosexual y se asegura la perpetuación de la opresión capitalista.

Notas

1. Campos Fernández, Erika, Reseña “Historia de la sexualidad 1: La voluntad del saber” de Michel Foucault, Sapiens. Revista Universitaria de Investigación, vol. 11, núm. 1, enero-junio, 2010, p. 231, disponible en línea: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=41021794014, consultado 03/02/2017.
2. Vega-Gamboa, Ligia, “Historia de la sexualidad”, Revista Biomédica, vol. 9, núm. 2, abril-junio, 1998, p. 118, disponible en línea: www.revbiomed.uady.mx/pdf/rb98927.pdf, consultado 03/02/2017.
3. Ibídem.
4. Ibídem.
5. Ibíd., p. 119.
6. Lugones, María, “Subjetividad esclava, colonialidad de género, marginalidad y opresiones múltiples” en Pensando los feminismo en Bolivia, La Paz, Conexión Fondo de Emancipación, 2012, p. 130.
7. Ibídem. Richard Kraft-Ebing es considerado muchas veces como el fundador de la Sexología Moderna.
8. Ibíd., p. 120. Freud es el padre del psicoanálisis.
9. http://www.acatlan.unam.mx/medicos/sexualidad/53/, consultado 03/02/2017.
10. Ibídem.

*Licenciada en Historia por la UAA