Por Carlos Alberto Sánchez Villegas*

Una Pintura en la Tristeza

Otoño, de Leonid Afremov

Otoño, de Leonid Afremov

EL DÍA se hace más denso a medida que la mañana avanza, frente a aquel hombre se encuentra aquel campo abierto, tapizado de una corta hierba y con árboles de gran tamaño al fondo; llegó ahí antes de que los primeros rayos del sol anunciaran su llegada, cuando la brisa matutina lo inundaba todo. Aquel era su escape, su salida de la realidad, el ir a pintar paisajes o la primera cosa que se cruzara frente a sus ojos.

 ESTE DÍA no todo avanzaba como él quería, había hecho unos primeros bosquejos, pero no quedaban como él quería, no lograba comprender lo que pasaba, era tan sólo una pintura de naturaleza cotidiana, como tantas se habían hecho ya; por qué no podía plasmar lo que se encontraba frente a su vista, tal vez porque ni él sabía que es lo que plantaba en frente.

 QUÉ MENSAJE o complejidad se puede vislumbrar en un campo como cualquier otro, en un campo donde el otoño estaba en pleno apogeo, con hojas regadas por todos lados y la decadencia que anuncia la llegada próxima del invierno. A unos cuantos metros un pequeño lago recuerda su presencia con el aire frio que llega de él.

 ÉL SE absorbe en sus pensamientos, había hecho esto tantas veces, había pintado tantos paisajes y cosas cotidianas, por qué ahora era diferente; por qué los recuerdos de aquello que quería dejar atrás lo perseguían hasta este lugar donde se suponía habría paz y tranquilidad. Por qué la imagen de ella estaba en este lugar, él sólo quería escapar de tantos recuerdos conjuntos de tantas cosas planeadas, pero por lo visto algunas cosas dolorosas tienen la facultad de colarse en los momentos menos pensados.

 EN OCASIONES lo que plasma el pintor no obedece al panorama que tiene frente a sí; se dice que lo que deja en el óleo obedece mucho al estado de ánimo del artista; en este caso nuestro pintor se desesperaba al querer pintar algo alegre cuando sólo podía visualizar tristeza en su horizonte. No todos los escapes que busca uno para salir de la tristeza obedecen a esta función, los recuerdos tienen esa facultad de poder aparecer en todas partes y en todas las formas posibles.

 PENSANDO EN esto nuestro personaje saca un cigarrillo y prepara un poco de café de su termo, dos elementos que han funcionado como buena herramienta de su soledad, de su dolor, de la tristeza; él sólo buscaba paz, y terminó atacado por todo aquello que quería pintar. Deja por un momento de pensar en el pincel y la pintura y se pone a pensar qué hizo de mal para llegar a aquel punto en su vida. Los recuerdos habían vencido una vez más y no quedaba más que meditar en ellos una vez más como siempre.

 EL MEDIODÍA se acercaba y nuestro pintor tomó una decisión, tenía que pintar lo que veía sin importar lo doloroso que era, tenía que plasmar todo lo que estaba dentro de su alma en aquella pintura sin importar lo estético o lo cruel que resultara, para qué engañarse con un falso escape o dando a conocer una pintura de paisaje más del montón; simplemente tomó su dolor y lo dejó plasmado.

 EL RESULTADO fue un paisaje melancólico, acorde al otoño que estaba presente, él no consiguió conciliar su corazón ni alegrar su vida, simplemente plasmó todo aquello que quería gritar en su obra. Para qué querer sobornar al dolor con falsas esperanzas, no todo siempre es tan bello como se dice, ni las esperanzas llegan como todos quieren pensar o hacer creer.

* Historiador, fotógrafo, escritor y amante de las letras, dame una palabra y te dedico un verso