Por Alfonso Morales Castorena

Instalado en el segundo piso del edificio 412 del andador Centenario, Punto y Coma se ha convertido en un dolor de cabeza para los comerciantes de ese lugar

Instalado en el segundo piso del edificio 412 del andador Centenario, Punto y Coma se ha convertido en un dolor de cabeza para los comerciantes de ese lugar

COMERCIANTES Y residentes del andador Centenario, en su tramo de la calle Ignacio Zaragoza a Hermenegildo Galeana, una vez más dejaron ver su impotencia para encontrar la solución que les permita disfrutar, como antaño, de un ambiente de tranquilidad, seguridad y, ¿por qué no decirlo?, de camaradería entre ellos y quien se encuentra al frente del otrora negocio que hasta hace cinco años funcionaba como restaurante bar y que ahora de lupanar y vil cantina no baja su actividad.

 SE REFERÍAN a la negociación llamada Punto y Coma, que aseguran carece de licencia para operar como cantina pero que la mujer que lo administra trastocó su giro comercial, dejó de prestar servicio como restaurante y, de la noche a la mañana, se convirtió en un antro más en la comunidad, a ciencia y paciencia de su legítimo propietario, Jesús Serna.

 A PARTIR del cambio de giro, sin que tampoco las autoridades municipales, entiéndase Dirección de Control Reglamentario, hagan siquiera el intento de atender las reiteradas denuncias que sobre la violación en la que se está incurriendo les han presentado los comerciantes establecidos en la periferia y quienes radican en ese sitio.

 AMBAS PARTES coinciden en señalar que el giro rojo en el que ahora está convertido el otrora restaurante-bar contamina en forma permanente el medio ambiente con el elevado volumen de la música grabada que los parroquianos escuchan; gritos y escándalos al por mayor son el pan de todos los días; los olores nauseabundos a orines y vómitos permean durante las primeras horas de la mañana y no desaparecen ni siquiera con el aseo del frente de los negocios donde los ebrios hacen sus necesidades.

 PARA COMPLETAR el cuadro, de acuerdo a la versión de los afectados, el estridente sonido de la música continúa con la presencia de quienes acuden por las mañanas a realizar el aseo del inmueble y ni siquiera tienen la educación de responder a las exigencias de quienes les solicitan la moderación del volumen “y así no se puede trabajar en paz”, asentaron.

 ADEMÁS SEÑALARON que para que funcione como cantina, aparte de contar con la licencia respectiva, su instalación no debe estar a una distancia menor a 200 metros de centros educativos, observar un horario de servicio y regular su ingreso a hombres y mujeres, “pero todas esas irregularidades las hemos denunciado a nuestras autoridades y jamás hemos encontrado la respuesta que esperamos”.

 ASEGURARON QUE no es su deseo que “como negocio sea cerrado, pero que la encargada se ajuste a su explotación legal y de acuerdo a la norma que rige la licencia que le fue otorgada a Jesús Serna en la administración de Humberto Gallegos Escobar y que debió de refrendar en el periodo de Jesús Soto López, para que continuara prestando servicio de restaurante-bar, y esperamos que el alcalde Javier Luévano meta al orden a esa denigrante emborrachaduría.