Cuca Martínez, el gobernador Carlos Lozano y Robolfo Franco ...cualquier parecido es una pura y real coincidencia...

Cuca Martínez, el gobernador Carlos Lozano y Robolfo Franco
…cualquier parecido es una pura y real coincidencia…

* UNA, DOS Y… ¡TRES!  ¡COMENZAMOS!

EL TORO Y LOS CINCO TORITOS…

En una ocasión mi padre, originario del vecino municipio de Rincón de Romos, me contó una historia que me llenó de indignación y que hoy recuerdo:

“Allá por los años 20’ había una pareja de rateros, hombre y mujer, tan conocida como peligrosa y temida, pues parecían no dormir y su actuar era constante:

“Durante el día arrebataban carteras y bolsos en el mercado principal y, durante la noche, se dedicaban al abigeato, es decir, a robar ganado.

“Sus ingresos a la cárcel sumaban decenas, porque por esos renglones torcidos de la ley y la justicia, en uno o dos meses les devolvían su libertad y los bandidos regresaban a lo único que sabían hacer, que no era otra cosa que robar y robar.

“Pero en una de esas raterías les tocó arrebatarle la cartera al mismito presidente municipal y éste logró meter al hombre a prisión por varios años. La mujer, ‘prieta serrana’, de buenas tetas, se vino a radicar a la capital para estar cerca de su hombre preso.

“Era astuta, coqueta, querendona y facilita con los sujetos que la gratificaban con cierta generosidad. Sus visitas a Palacio de Gobierno eran, al menos, una vez por semana. No se sabe cómo, pero la mujer logró que Rafael Arella-no Valle indultara a su ‘albino’ hombre, un 16 de septiembre.

“Como se estilaba en aquellos años, los indultados eran retratados en grupo con el gobernador a quien la prensa elogiaba por tan noble acto humano: el perdón y la vuelta a la libertad de un sentenciado.

“Pero la astuta mujer fue más allá y le pidió a Rafael Arellano posara con ellos y les regalara la fotografía, cosa que el gobernador hizo con una sonrisa amplia y güisquera.

“Al día siguiente Rincón de Romos se despertó con la infausta noticia de que el par de ladrones había regresado al pueblo, por lo que un grupo de indignados ciudadanos acudió a Palacio Municipal a pedirle al alcalde protección.

“Pero la pareja de bandidos ya se les había adelantado… ‘nada puedo hacer –les dijo el alcalde a los rinconenses– son muy amigos del gobernador Are-llano Valle y hasta cargan una fotografía en la que aparecen muy sonrientes los tres, por lo que yo les recomiendo que tengan mucho cuidado porque los que pueden ir a la cárcel serían ustedes, no ellos’.

“Engolosinados, los rateros cometían asalto tras asalto con total impunidad, pues presumían hacer ‘trabajos muy especiales’ para el señor gobernador, pero la siguiente ratería desbordó su cinismo:

“Una noche serena y oscura, apareció en el rancho de don Pancho el par de asaltantes y robó un semental sin que nadie se diera cuenta. El ratero, al constatar la calidad del costoso toro, decidió ir a la cantina a celebrar su gran éxito… las copas se le pasaron y, cuando despertó cagado, orinado y vomitado, no sabía dónde estaba: ‘Estás en casa, amor, te trajeron de madrugada, pero como no pude llevarte a la tina, aquí te dejé a un lado de la puerta’, le dijo la mujer.

“El ratero se levantó trastabillando, llegó a la tina y se duchó, almorzó y durmió la mona hasta ya entrada la noche, para luego regresar a la cantina, a planear su próxima fechoría.

“Ya, ‘a medios chiles’, el bandido regresó a su guarida y le gritó a su mujer: ‘¡Prieta, te traigo buenas noticias…!’.

“Las buenas noticias eran que horas después de haber robado el semental, una de las vacas había tenido cinco hermosos toritos, todos con buena salud. Y de inmediato comenzaron a planear su próximo trabajito: robar esos cinco toritos.

“Tres días después, en otra noche serena y oscura, el par de abigeos hizo su reaparición en el rancho de don Pancho y comenzaron a subir a la camioneta en la que llegaron, a los cinco animalitos…

“Uno de los peones se dio cuenta del robo y gritó a todo pulmón: ¡Los pinches rateros hijos de su chingada madre han regresado y están robando la nueva camada… los rateros hijos de la chingada han regresado, auxilio, socorro, vengan…’.

“Una docena de peones acudió al llamado de su compañero y, con picos, palas y azadones, enfrentaron a los peligrosos e influyentes abigeos: ‘¡A dónde llevan los animalitos, hijos de la chin-gada, bájenlos de la camioneta o aquí se los lleva  su puta madre!’; los ladrones, asustados, no atinaban a articular palabra alguna y, cuando uno de los peones se disponía a golpearlos con la pala, para iniciar el linchamiento, desde el potrero una voz sensata los volvió a la calma: “¡Eyyy… no se manchen sus manos con la sangre de esos criminales, mejor vamos llevándolos a la comisaría, a ver si ahora sí se nos hace justicia.

Y allá los llevaron, los encerraron en la única celda que había y resolvieron que por la mañana hablarían con el alcalde para que el par de abigeos fueran trasladados a la policía judicial del estado, acusados de abigeato, que por aquellos años era muy castigado.

Horas después, rayando el sol, don Pancho y sus peones fueron a la Presidencia Municipal  a resolver el destino de los peligrosos e influyentes cacos…

La pareja de criminales ya estaba ahí con el alcalde, quien les dijo: ‘Quiero que escuchen a la señora, antes de que vayamos a cometer una injusticia (sic)’. Y la ‘negra serrana’ le dijo que su hombre y ella no habían cometido ningún delito, pues como nadie les reclamó el toro, pues que el toro ya era de ellos, así como también los cinco toritos, pues eran hijos del semental: ‘si el toro es de nosotros, pos las crías también’, dijo con cínica sonrisa.

“¡Descarados rateros, sinvergüenzas, hijos de la chingada!”, tronó don Pancho. “¡Pues serán estos pillos muy labiosos, pero, señor alcalde, usted me lleva este par de jijos de la chingada a Aguascalientes ahora mismo!”.

“Y sí, el par de asaltantes fueron traído a la capital, pero ese mismo día salieron en libertad en cuanto los ingeniosos malandros le mostraron su foto con el gobernador, al director de la policía.

“Pero esa noche, frente a una casa del barrio de La Chora, un grupo de agresivos ciudadanos, con antorchas encendidas y armados con picos, palas y azadones comenzaron a gritar: ‘¡Pinches rateros, hijos de su re’puta madre, salgan con las manos en alto o con las palas recogemos sus cenizas!

“Semidesnudos, el par de malandros, salió asustado pero con la foto del gobernador como escudo… ‘si algo nos pasa el gobernador Arellano Valle los manda fusilar a todos ustedes, porque nosotros somos sus amigos y le hacemos trabajos muy  especiales a su gobierno’, gritaron.

“La amenaza cobarde y cínica del par de rateros hizo que la muchedumbre se encendiera más: Los levantó en vilo, los amarró a un árbol, les hicieron cachitos la fotografía con su ‘protector” y, cuando comenzaron a bañarlos con tracto-lina para prenderles fuego, llegó el cura de la parroquia, agitado y sudoroso: ‘No manchen sus manos de sangre, suéltenlos, que la justicia se haga cargo de ellos’, les imploró el angustiado sacerdote.

“Enseguida llegó el alcalde y luego la decisión que salvó la vida de ‘la negra serrana’ y ‘el albino’: los pelaron a rape y así, semidesnudos, los llevaron al límite con el estado de Zacatecas con la siguiente advertencia:

“¡Óiganlo bien, rateros hijos de la chingada, ya no les tenemos miedo, no queremos que regresen, pero si lo hacen los vamos a linchar y colgaremos sus cuerpos en el palo más alto de Rincón de Romos!

“A las pocas horas el semental y los cinco toritos regresaron al corral del rancho de don Pancho, de los ladrones, que presumían su cercanía con el gobernador, ‘la negra serrana’ y ‘el albino’, nunca más se supo nada.

Y CON ESTA ME DESPIDO…

Cualquier semejanza con Robolfo Franco y Cuca Martínez, con “El Albino” y “La Negra Serrana”, no es más que una pura y real coincidencia… vamos, ¡hasta la foto con el señor gobernador!

* (Columna publicada inicialmente en el semanario hermano TRIBUNA LIBRE el pasado jueves 5).