Don Quijote: Cervantino Antimorisco (Segunda y Última Parte)

Por Alejandro Guadalupe Fierros Benítez

COMO VIMOS en la primera parte de este artículo, Miguel de Cervantes vivió, en su relación con los musulmanes y su mundo, sucesos importantes que marcaron la idea que sobre éstos se forjó. Su cautiverio en Argel, tierra morisca, y el momento histórico en el que Cervantes se desenvuelve es visible pues dentro del Quijote. Recordando esto es momento de continuar.

EN LA SEGUNDA parte del Quijote, precisamente en el capítulo XXVI, cuando estando en una venta don Quijote y Sancho presencian la obra del teatrillo de maese Pedro, en la cual se cuenta la historia sobre “la libertad que dio el señor don Gaiferos a su esposa Melisendra, que estaba cautiva en España, en poder de moros, en la ciudad de Sansueña, que así se llamaba entonces la que hoy se llama Zaragoza…” (1) Don Quijote escucha con atención la obra pero cuando se relata la manera en que los amantes van escapando de los moros que los persiguen, el manchego piensa que realmente eso está sucediendo, debido a su locura, y desenvainando su espada comienza a destruir todo lo que está a su alcance. El caballero de la triste figura se justifica diciendo que “Miren, si no me hallara yo aquí presente, qué fuera del buen don Gaiferos y de la hermosa Melisendra: a buen seguro que ésta fuera ya la hora que los hubieran alcanzado estos canes y les hubieran hecho algún desaguisado. En resolución, ¡viva la andante caballería sobre cuantas cosas hoy viven en la tierra!” (2) Aparte de referirse de manera injuriosa a los musulmanes, don Quijote piensa que el caballero andante sirve para combatir la idolatría, la herejía y las falsas creencias.

POR OTRA parte, cuando Sancho Panza va de regreso de su aventura como gobernador de la ínsula Barataria, se encuentra en el camino a un moro que fuera alguna vez vecino suyo, llamado Ricote, quien iba rumbo a España a recoger la fortuna que se había visto obligado a dejar enterrada cuando se dio la expulsión de los musulmanes de tierras hispanas. (3) Reconociéndose van a platicar, después de comer y beber, y a ponerse al tanto de lo que a ambos ha sucedido. En ese momento Ricote le cuenta acerca de la expulsión de los moriscos de España, mencionando que

Entrada de Don Quijote a Barcelona, grabado de Gustave Doré

Entrada de Don Quijote a Barcelona, grabado de Gustave Doré

“… FORZÁBAME (SIC) a creer esta verdad saber yo los ruines y disparatados intentos que los nuestros tenían, y tales, que me parece que fue inspiración divina la que movió a Su Majestad a poner en efecto tan gallarda resolución, no porque todos fuésemos culpados, que algunos había cristianos firmes y verdaderos, pero eran tan pocos, que no se podían oponer a los que no lo eran, y no era bien criar la sierpe en el seno, teniendo los enemigos dentro de casa. Finalmente, con justa razón fuimos castigados con la pena del destierro…” (4)

AQUÍ PODEMOS ver la opinión de Cervantes en boca de Ricote, siendo claro que Cervantes conoció moros dignos de su admiración y respeto, por su cristiano proceder, pero teniendo claro al mismo tiempo que eran enemigos declarados de su rey, de su patria y de su religión. Volviendo a la historia de Ricote, éste le cuenta a Sancho que en su calidad de desterrado llegó hasta Alemania, argumentando que allí le pareció “que podía vivir con más libertad, porque sus habitadores no miran en muchas delicadezas: cada uno vive como quiere, porque en la mayor parte de ella se vive con libertad de conciencia.” (5) Aquí conviene recordar que en la España católica de 1615 la libertad de conciencia era entendida universalmente de manera negativa, una inaceptable permisividad frente al mal. (6) Sin embargo, aquí parece que Cervantes tiene una postura ambigua, ya que páginas más adelante menciona por boca de don Quijote que “La libertad, Sancho es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres”. (7)

DE AQUÍ brincamos a uno de los capítulos finales de la obra, estando ya don Quijote en Barcelona. Estando en una galera en compañía de algunos principales, son atacados por un bergantín turco, al cual logran someter no sin antes ser asesinados dos soldados de los cristianos. Este episodio se inspira en el hecho de que en los tiempos del Quijote las costas catalanas fueron continuamente atacadas por naves rápidas berberiscas y turcas, las cuales buscaban hacer cautivos y/o saquear las poblaciones del litoral. (8) Una vez detenidos los tripulantes del bergantín atacante son procesados, la pena capital era ser ahorcados pero el virrey, que estaba presente en la ciudad y en el proceso, los exonera de su culpa, mostrando así una actitud contrastante entre el proceder del gobernante cristiano y de los turcos que aparecieron en las historias comentadas.

FINALMENTE, LLEGAMOS al capítulo LXV donde de boca del mismo Ricote que ya hemos mencionado, sale un discurso que vale la pena reproducir. Con ocasión de la búsqueda del perdón de una morisca cristiana, arráez del bergantín turco que atacó la galera que se mencionó en el párrafo anterior, nos dice Ricote que

“NO (…), NO hay que esperar en favores ni en dádivas, porque con el gran don Bernardino de Velasco, conde de Salazar, a quien dio Su Majestad cargo de nuestra expulsión, no valen ruegos, no promesas, no dádivas, no lástimas; porque aunque es verdad que él mezcla la misericordia con la justicia, como él ve que todo el cuerpo de nuestra nación está contaminado y podrido, usa con él antes del cauterio que abrasa que del ungüento que molifica, y así, con prudencia, con sagacidad, con diligencia y con miedos que pone, ha llevado sobre sus fuertes hombros a debida ejecución el peso de esta gran máquina, sin que nuestras industrias, estratagemas, solicitudes y fraudes hayan podido deslumbrar sus ojos de Argos, que continuo tiene alerta porque no se le quede ni encubra ninguno de los nuestros, que como raíz escondida, que con el tiempo venga después a brotar y a echar frutos venenosos en España, ya limpia, ya desembarazada de los temores en que nuestra muchedumbre la tenía. ¡Heroica resolución del gran Filipo Tercero, y (sic) inaudita prudencia en haberla encargado al tal don Bernardino de Velasco!”. (9)

POR ÚLTIMO, es bien cierto que la obra de Don Quijote da para hablar en extenso, ya que al tratarse de la obra más importante de la lengua castellana, no sólo ha trascendido los siglos, sino que ha producido una copiosa bibliografía que la ha estudiado a profundidad. Cervantes realmente se presenta en su obra como un humanista de gran talante, un genio incomparable, donde podemos ver a un crítico profundo de su tiempo. Sin embargo, tal como ha señalado Mario Vargas Llosa, Cervantes, hombre al fin de su tiempo, no pudo superar el conflicto religioso de su tiempo: “La España del Quijote no tiene fronteras y es mundo plural y abigarrado, de incontables patrias, que se abre al mundo de afuera y se confunde con él a la vez que abre sus puertas a los que vienen a ella de otros lares, siempre y cuando lo hagan en son de paz, y salven de algún modo el escollo (insuperable para la mentalidad contrarreformista de la época) de la religión (es decir, convirtiéndose al cristianismo)”. (10) Aquí cabría preguntarse hasta qué punto Cervantes era consciente de su participación en la reproducción de los estereotipos moriscos, de una posible “leyenda negra” hacia el mundo musulmán. Después de todo, para nosotros, hispanoamericanos, nos es del todo familiar la leyenda negra española que se formuló en los países protestantes entre los siglos XV y XVII para denostar la obra imperial española, pero no somos del todo conscientes las implicaciones que los discursos gregarios de nuestra cultura han tenido en el mundo moderno. Hay que recordar que para el mundo contemporáneo la cultura musulmana se ha estereotipado como terrorista, objeto de burlas, de recelos y de miedos; siendo éste un llamado para repensar nuestra posición en el tiempo histórico que vivimos.

Notas

1. Cervantes, Miguel de, Don Quijote de la Mancha, Edición del IV Centenario, Alfaguara-Real Academia Española-Asociación de Academias de la Lengua Española, México, 2005, p. 751.
2. Ibíd., p. 756.
3. Recordemos que a principios del siglo XVI los moriscos, descendientes de los musulmanes que permanecieron en España, fueron forzados a abrazar el cristianismo, pero en la mayoría de los casos fue una conversión aparente. Como fueron sometidos a distintas limitaciones cada vez mayores, se sucedieron numerosas rebeliones, una de las más trascendentales ocurrió entre 1568 y 1570 en Alpujarras, lo que ocasionó que miles de moriscos granadinos fueran desplazados a la Mancha. “La imposibilidad de asimilarlos al catolicismo, las antipatías que despertaban su laboriosidad y frugalidad, y el fundado temor de que se convirtieran en una quinta columna de turcos y berberiscos culminaron entre 1609 y 1613 en la decisión de expulsarlos de España, de donde en efecto salieron unos trescientos mil.” Ibíd., p. 961 nota a pie de página.
4. Ibíd., p. 963.
5. Ibíd., p. 964.
6. Ibídem.
7. Ibíd., pp. 984-5.
8. Ibíd., p. 1037, nota a pie de página.
9. Ibíd., pp. 1052-3.
10. Vargas Llosa, Mario, “Una novela para el siglo XXI”, en Cervantes, Óp. Cit., p. XXIII.